domingo, 21 de septiembre de 2014

Agustín Hernández, el Alcalde Insecto

 Por Lupe Castiñeiras

Si algo se puede decir de Agustín Hernández, Hernández por parte de padre y Agustín por lo bien que se quedaron quienes lo colocaron donde está (cosa que es Voz pública), es que no cumple los requisitos que se esperan de un alcalde compostelano, o aspirante, ¡o aspiranta!, desde hace lustros: no está (aún) inmerso en investigación  judicial alguna. Y así, qué le vamos a hacer, queda como un alcalde chungo, de perfil recto pero bajo tirando a subterráneo, que será cosa de las infra-estructuras aprendidas. Los últimos serán los penúltimos, dicen que dicen que dijeron no opinando los más cercanos a la escalera de incendios, que tras el naufragio comenzaron a salir a flote restos del pasaje y a lo primero que agarraron, ¡zas! vale para alcalde, sin cuenta vivienda con descuento para afiliados, ni canal en “yo-tuve” para amigos de pajas en ojo ajeno. Dicen que ha venido para quedarse, pero no aclaran ni con qué ni con cuánto, que debe ser una de las ventajas de ser alcalde selecto y no electo, porque lo que prometía ser el fin del mundo pepero va camino de quedarse en un simple apagón, no diremos informativo porque sería redundar si de alcaldables hablamos,  y cuento nuevo.

Llegó, si, el alcalde demérito a la actualidad compostelana como llegan las moscardas a las meriendas campestres, colocándose en las cuenca, el pan y los dulces, manotazo va y viene, y juramentos en hebreo (que no en árabe, claro, que Santiago es coto privado de gaza mayor), que donde mires ahí está, una península política por todas partes rodeado de aguas turbulentas menos por una, llamada istmo o Ángel Currás, ese sujeto elíptico de quien no se sabe si es un concejal o el cobrador del frac. Y si alguna vez Agustín pregunta qué debe hacer sobre algún tema, la respuesta es siempre la misma, “tú di que sí”, “¿A quién?” “A todos”, que para eso sabemos que un asesor lo mismo vale para colocar sus libritos en las compras del Gadis que para concejal de los de controlar los aparcamientos subterráneos, según se levante uno con ganas de degenerar. Porque al final pasa con los insectos como con los chinos (salvo los de la Operación Emperador, que esos tienen clase), que no sabes si hay muchos o que se mueven demasiado. Será que en habiendo moscardas alrededor, a fuerza de querer acabar con ellas aplastándolas, se llega a aprender el buen arte del mejor palmero.


Pero pronto llegará su hora, como en los tallarines-westerns, y tendrá que obligar a los demás a hacerle pensar qué hacer con el candidato socialista que salga de las primarias. Pero eso, señores, será historia para contar en otro memento….


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