lunes, 29 de junio de 2015

Ícaro en Raxoi


Por Ana Ulla

Desde que los grandes chicos de Podemos pusieron todos los carnés en el asador, y a Martiño Noriega en Santiago, ya nada es lo que no era. En pocos días Compostela se ha convertido en capital mundial de lo pueblerino, metrópolis de lo hortera y meca de la boina. En pocos días ha pasado de ser una simple ciudad a una ciudad simple donde los simplones abarrotan un Concello lleno de palmeros hasta la bandera. Y allá en su frente, aprovechando que sonó la flauta entona cual autista de Hamelín contemplando cómo la ciudad se consume bajo el hielo, un Martiño entonando versos de amor impasible, ‘este es el gobierno de la gente, clin, la política es como el amor, clin, yo solo me envuelvo en la bandera de la gente, clin, clin’. Y así. Bandera de la gente, claro, que es como se llamaba en tiempos feudales los señores a sus vasallos. Porque Martiño no cree en banderas, le confesaba a la enésima periodista que se dejaba entrevistar por él. No, no cree, es cierto, lo suyo son más bien son los banderines de enganche.

Ahora, y hasta las próximas elecciones, su función será preparar el terreno cara a las generales, que para eso le han prestado las tres varas, la de alcalde y las de medir, mientras ultima su próxima evolución política hacia Monte Pío. Todo lo demás será como si oyera escampar, que es acabar cada frase con lo de ‘eso estaba en el programa electoral’, que aunque también incluía lo de hablar con los vecinos antes de tomar decisiones importantes, este apartado, a lo Carmena, debe ser una simple sugerencia. O acaso acabaremos descubriendo que esos vecinos con los iba a pasarse la legislatura hablando son solo los de ascensor o los del piso de arriba, suponemos, no sea que si son otros lo vayan a correr a gorrazos. Y a falta de vecinos, no faltarán agentes sociales, o políticos, entes que deben ser algo así como los elfos, que salen cuando nadie los ve y viven donde nadie los encuentra, pero mandan como nadie.

A los otros vecinos, los que por no tener no tienen ni bandera, ni se les espera ni estarán, que es cosa de mucho caciquismo esa, aunque no tanta como para no intentar taparla con la buena capa de esa prensa que siempre está, y si no se le espera el tiempo que haga falta. Hasta fin de mes concretamente.


Y mientras llegan esas elecciones, el alcalde seguirá cumpliendo su papel, ya sea el secante o el de fumar para cogerse una nueva ocurrencia. Tal es el laberinto del Minotauro por el que pasea nuestro lírico primer munícipe entre rimas asonantes y margaritas que deshoja esta sí, esta no, decidiendo qué son tradiciones y qué ya no, que son, resumiendo, las que a él les salga de los cajones donde guarda tales secretos. Hasta las elecciones, en fin, a eso se dedicará, a dedicarse, y nada más. Y como Ícaro, pretender con tanta pluma confeccionarse unas alas con las que elevarse para salir de este laberinto en el que nos ha colocado, volar alto, muy alto para, en fin, acabar derretidala cera bajo un sol de justicia, ese al que algunos agoreros llaman la realidad.


Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com

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