Pero el dátil es, paradojas de los oasis del alma, fruto que no sabe que es dátil, que pareciera querer conformarse con ser lo que le digan que sea. Pero seguirá siendo dátil, aun sin saberlo, de saber siempre que lo sepa, y de sabor de quien sepa y sobre todo de quien quiera sabérselo saber pues, sin más, se trata de saber concentrar los cristales de azúcar de forma proporcionada una vez alcanzada la tersura de su superficie, de manera que mantenga en todo momento la melosidad de sus caracteres, tarea que precisa de una débil pero acertada presión localizada en las zonas adecuadas, característica que hace que este fruto no solo no se consuma con su ingesta sino que mantenga inalteradas e incólumes en el tiempo sus sabores esenciales, dado que el dátil ofrece en su singularidad cuatro caras diversas gastronómicamente consideradas.
El dátil es fruta jugosa por carnosa y dulce cuyas propiedades, empero, desaparecen cuando, como es tan habitual ver, se le viste de regalo con celofán, etiquetas y moños que por hacerlo más vistoso esconde hasta el agostamiento lo que de verdad es e, incluso, olvidó querer ser.
No renuncia uno por ello a probarlo como lo que es y no como se le presenta, saborearlo al natural, solo con su piel, sin adornos, con cuidado extremo y delicada atención y esmero, con discernimiento entre sus zonas para que pueda mostrar el auténtico sabor que expande su textura gusto y color, degustado con la parsimonia que su aroma exige, y ha de hacerse precisamente en el lugar que se considera su estancia natural por cuanto que es ahí donde su fragancia, despojada la hojarasca y pequeños tallos que la sostienen, adquiere plenitud como fruto indómito y no cultivado, tarea cuya complicación viene dado por el conocimiento del momento y el lugar en que el dátil, pues dependerá de su grado de maduración y oportunidad, muestre que se encuentra en su punto, siendo él, el propio dátil, el que avise como a buen seguro sabe hacerlo, con la misma sencillez que puede mostrarse en una imagen o fotografía. O como prefiera.
6 comentarios:
sencillamente PRECIOSO
Qué suerte!...el dátil, claro.
O no...!
Pues usted se lo pierde...!
O no....!
Pues el dátil se lo piere...!
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