Elegantes 2009

En realidad se trataba de un programa de televisión de El Correo, un jurado de expertos (sic) y los votos de los espectadores, es decir, mando a distancia, sofá, y zapatillas entre restos de pan y chorizamen, así que pueden imaginarse el panorama.
Y aunque entre los galardonados hubo ausencias no sobraron casi todos.
Porque la elegancia debiera ser, algunos ya lo han saboreado trágicamente, no el vestido sino el vestirse o el dejar de hacerlo, no el zapato sino el pisar del tacón como un latido, no las medias sino su pálido ajuste preciso que rebosa, no el perfume sino su escondite, el ypsilon, no el peinado sino el peine, es lo que no se ve, es la ausencia perfecta de maquillaje con mano de artista renacentista, no una sonrisa sino los labios como mermelada, evocación de un café recién hecho, de mosto frío, elegancia es la que permanece incluso cuando se enciende la luz o sale el sol. Y todo eso está al alcance de las manos de mármol y las espaldas corintias de muy pocas.
Por eso en esta Gala hubo algún acierto, poco, y bastante miopía sin espinas, pero así son estas cosas. Injustas como ella que nunca contesta.