La 'Jaima' de la Pradera

Por Iria Seoane

Desde que alguien rebautizó el mundo de nuestros días como una “aldea global” gracias a los adelantos tecnológicos, pocos podían prever que lo que supondría un avance en las relaciones humanas acabaría convirtiéndose, en realidad, en una apología del aldeanismo en el sentido más peyorativo del término. El hecho de que hoy pueda usted viajar al Oriente, más cercano o más extremo, a la India o la rusa actual de los jurisconsultos zares, o a ver lo que queda de belga en el Congo demuestra, foto al canto, que un cateto que viaja mucho siempre volverá siendo el mismo cateto aunque algo más cansado. No es pues de extrañar que desde que se popularizó el turismo a principios del siglo pasado no hayan faltado quienes ridiculicen a los viajeros exóticos mofándose de aquellos que son capaces de marcharse a cazar tigres a la jungla, osos a los polos o hacerse curas en el alma en el esplendor esclavista de la sombra de cualquier Gran Muralla, al tiempo que son incapaces de lo que se llamó ‘la gran aventura de nuestros días’, esto es, saludar al vecino, saltar una verja por la noche, subirse a los árboles del parque, tumbarse desnudos con una desconocida en la hierba bajo una luna a punto de llenarse. Son muchos los que invitan a café y pocos los que invitan a lunares. Y es que el bajo coste y las cámaras digitales marcan hoy la medida de la idiocia humana.

En estos términos no extraña, más bien provoca la carcajada, que alguien llame “jaima” a la sombrilla de jardín que hay en Fonseca, instalada para que una editorial promocione, venda o quién sabe qué sus productos. Lo cierto es que viniendo la denuncia o queja desde las desarboladas por veraniegas filas socialistas no es fácil saber si se trata de una defensa de la estética ciudadana o una defensa del monopolio editorial, ya se verá. O no, que cuando o río suena auga lleva..

Son las cosas de nuestros días, estos en los que usted viaja gracias a una oferta y el destino es lo de menos siempre que sea barato y de paso puede epatar a sus amistades con grandilocuentes fotos de exóticos lugares, asombro que no durará más de lo que tarde otro amigo en volver con las suyas de un destino aún más desconocido y absolutamente virgen (como así lo atestiguan miles de viajeros a lo largo de los años) gracias a una oferta, desayuno casi incluido, mejor.

Lástima que la queja no venga de la responsable de la oposición en materia de urbanismo, seguro que nunca hubiera dicho ‘jaima’…