Por Ana Ulla
Fue ayer cuando Noriega presentó a Luis Villares en Forum Europa
para tranquilizar a empresarios, oligarcas y banqueros porque no, que una cosa
es lo que hay que decir en campaña a los votantes y otra lo que de verdad se va
a hacer, y que Villares, Luis, es de fiar, un tipo majete y nada peligroso,
como él, que mucho pico y poca pala. Y fue así como lo que iba a ser una puesta
de largo quedó en un ridículo acto de desacreditación.
Porque Martiño, como siempre, necesitaba ser el protagonista
como esos niños repelentes que cuando llegan las visitas les tienen que enseñar
su último dibujo, su pirueta o su poema. Y habló, claro, se lo dicen y él se lo
cree, y entonces larga un discurso con maneras de vate pero que resulta ser
inodoro, e incoloro, además de insípido. Martiño se ha hecho viejo antes que el
propio Beiras. No ha evolucionado intelectualmente desde que ganó Teo, dice lo
mismo que hace una década, un pensamiento estancado como agua que no corre y que
acaba por pudrirse. Sabe que nunca le faltarán seguidores ni gente que le
aplauda porque hay que gente que necesita aplaudir pues para eso han nacido,
pero su discurso, sus frases, sus eslóganes, con tener audiencia, son como los
chistes de Arévalo, viejos y carcundios, para un público fiel y entregado.
Habló Martiño, claro, y sembró la preocupación. No la
política, sino la psiquiátrica. Martiño muestra los síntomas cada vez más
acusados de un enfermo de paranoia con sus reiteradas referencias a los mundos
paralelos, a los matrix, a esas sociedad manipuladas por los demás. El enfermo
de paranoia vive en un mundo ajeno al real fuera del cual todo es manipulación,
pues tal es discurso, lo mismo alienígena que bursátil, un mundo en el que
todos están engañados y alienados por el yugo de un pensamiento único y solo su
mundo, el creado por él en su fantasía, es el auténtico. Y como los grandes
orates de la historia también Martiño cuenta con grandes ejércitos a cuyo
frente ha de ponerse, legiones que guiará a la victoria sobre ese mundo de
suplantados, también él acaudillará a miríadas de inocentes subyugados,
numerosos como las arenas de las playas pero que solo ve él, esas mayorías
silenciosas las llama, mayorías agredidas, mayorías sociales que habitan su
preocupante imaginación. En su paranoia, termina clamando en cada discurso,
esas mayorías esperan, pues así lo ha dicho, a que gentes como él acudan a
salvarlas.
Preocupan, sí, esos ramalazos paranoicos de realidades
virtuales porque los otros, siempre los otros, se convierten en enemigos. Martiño
ganó Teo y le han permitido ser alcalde en Santiago donde, enfrentado a la
realidad no sabe qué hacer ni cómo actuar. De ahí que cada día se vuelva a su
mundo, a rodearse sólo de los suyos, a huir de lo que no comprende. Como un
paranoico necesita enemigos externos, conspiraciones, las mismas que evocó en
el discurso de Forum Europa. Y él es su profeta, el que cada noche sueña con
tener sus propias Termópilas pero despierta mostrándose un Efilates.
Martiño se está creyendo Napoleón. Como tantos en el sanatorio de
Conxo.
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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