viernes, 9 de septiembre de 2016

¿Está perdiendo Martiño Noriega la cabeza?

Por Ana Ulla

Fue ayer cuando Noriega presentó a Luis Villares en Forum Europa para tranquilizar a empresarios, oligarcas y banqueros porque no, que una cosa es lo que hay que decir en campaña a los votantes y otra lo que de verdad se va a hacer, y que Villares, Luis, es de fiar, un tipo majete y nada peligroso, como él, que mucho pico y poca pala. Y fue así como lo que iba a ser una puesta de largo quedó en un ridículo acto de desacreditación.

Porque Martiño, como siempre, necesitaba ser el protagonista como esos niños repelentes que cuando llegan las visitas les tienen que enseñar su último dibujo, su pirueta o su poema. Y habló, claro, se lo dicen y él se lo cree, y entonces larga un discurso con maneras de vate pero que resulta ser inodoro, e incoloro, además de insípido. Martiño se ha hecho viejo antes que el propio Beiras. No ha evolucionado intelectualmente desde que ganó Teo, dice lo mismo que hace una década, un pensamiento estancado como agua que no corre y que acaba por pudrirse. Sabe que nunca le faltarán seguidores ni gente que le aplauda porque hay que gente que necesita aplaudir pues para eso han nacido, pero su discurso, sus frases, sus eslóganes, con tener audiencia, son como los chistes de Arévalo, viejos y carcundios, para un público fiel y entregado.

Habló Martiño, claro, y sembró la preocupación. No la política, sino la psiquiátrica. Martiño muestra los síntomas cada vez más acusados de un enfermo de paranoia con sus reiteradas referencias a los mundos paralelos, a los matrix, a esas sociedad manipuladas por los demás. El enfermo de paranoia vive en un mundo ajeno al real fuera del cual todo es manipulación, pues tal es discurso, lo mismo alienígena que bursátil, un mundo en el que todos están engañados y alienados por el yugo de un pensamiento único y solo su mundo, el creado por él en su fantasía, es el auténtico. Y como los grandes orates de la historia también Martiño cuenta con grandes ejércitos a cuyo frente ha de ponerse, legiones que guiará a la victoria sobre ese mundo de suplantados, también él acaudillará a miríadas de inocentes subyugados, numerosos como las arenas de las playas pero que solo ve él, esas mayorías silenciosas las llama, mayorías agredidas, mayorías sociales que habitan su preocupante imaginación. En su paranoia, termina clamando en cada discurso, esas mayorías esperan, pues así lo ha dicho, a que gentes como él acudan a salvarlas.

Preocupan, sí, esos ramalazos paranoicos de realidades virtuales porque los otros, siempre los otros, se convierten en enemigos. Martiño ganó Teo y le han permitido ser alcalde en Santiago donde, enfrentado a la realidad no sabe qué hacer ni cómo actuar. De ahí que cada día se vuelva a su mundo, a rodearse sólo de los suyos, a huir de lo que no comprende. Como un paranoico necesita enemigos externos, conspiraciones, las mismas que evocó en el discurso de Forum Europa. Y él es su profeta, el que cada noche sueña con tener sus propias Termópilas pero despierta mostrándose un Efilates.


Martiño se está creyendo Napoleón. Como tantos en el sanatorio de Conxo.

Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com

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