Por Lupe Castiñeiras
Luis Villares representa a la perfección todo lo que la ‘nueva
política’ aporta al escenario actual: nada. Y es que, en esencia, no es más que
el enésimo engendro político de Martiño, como sus
concejales compostelanos pero
ahora cara a la Xunta, una persona que responde a lo que el alcalde entiende
por compañero, una cosa que se usa y luego se tira. Villares es, a sus ojos, el
resultado del frenazo electoral que sufrió Podemos-En Marea, tras las últimas
tres elecciones, incluida la municipal. Alguien de compromiso que debe llevarse
todas las tortas en un panorama donde el
principal objetivo, ganar unos comicios, parece inalcanzable a día de hoy, y
conjugada esta realidad con la necesidad de salvar los platos en las
autonómicas, hace necesario encontrar a alguien, a un chivo al que sacrificar. Y
entonces se acordaron de Luis Villares.
Y Luis, el dicho, poco más tiene que hacer. Le llevan, le
traen, le sientan o lo tumban y le hacen repetir esa versión lírica de la
política apocalíptica de frases lacrimógenas que nos hablan de mayorías
sociales, instituciones secuestradas, injusticias, de la gente y, en fin, las
mismas hermosuras que ya nos dijeran antes los alcaldes rebeldes y que pasado
algo más de un año sabemos que son mentira. Pero él, Villares, las sigue
repitiendo. Le han dicho que lo haga y él lo hace. Como todo.
Pero, se preguntarán, ¿tan simplón es este hombre? Que haya
creído a Martiño puede darnos una pista sobre el tema, pero también el hecho de
que admitiera presentarse a unas primarias como cabeza de cartel como único
candidato, y luego celebrar la victoria como un triunfo de la democracia. O puede
ayudarnos a pensarlo el otro hecho de estar al frente de un partido que, como
tal, es el resultado de una decisión
tomada por un señor de Madrid tras revocar por las bravas la voluntad de las
bases, en referencia a Podemos. Si estas circunstancias a Villares no le importan
lo más mínimo, pues ya podemos hacernos una idea de qué tiene, o no, en la
cabeza.
Así que lo mandan presentarse a él para evitar que
personajes como Noriega o Beiras sufran algún tipo de desgaste, que ya les
llegará la hora de redimir al mundo cuando las elecciones estén ganadas, nunca
antes, que no se vean en la tesitura de verse al frente de una responsabilidad
como el gobierno de Santiago, que no solo le aburre y le distrae de su destino
mesiánico, sino que le obliga a hablar, negociar y llegar a acuerdos con los
infieles.
Pues buena suerte, Luis Villares, por el bien de Galicia.
Buena suerte para el candidato de noble nombre de bandolero, por el bien de
todos. Buena suerte en el papel de títere a él y a su lista de falangistas,
putas cojas y demás ralea capaz de hacer lo que hace cuando creen que nadie ve
lo que chatean, el desprecio por su pueblo. Buena suerte Luis Villares, que
ignoras el itinerario caníbal de los de puñalada trasera del que te ha puesto
ahí, tú por lo menos puedes disfrutar de una excedencia….
Lupe Castiñeiras: lampreasyboquerones@gmail.com
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