Publicado en SANTIAGOSIETE el 2 de Noviembre de 2007
El mismo fin de semana en que se disputaba la carrera pedestre en Compostela, la ministra de Fomento afirmaba que correr era de cobardes. Hablaba, claro está, de su dimisión, ese animal mitológico. En ocasiones la oratoria es un arte, pero el silencio siempre es una ciencia exacta. Sin embargo, resulta posible leer los rostros y las calladas por respuesta. Así, cuando alguien pregunta al presidente Zapatero por el AVE de Barcelona puede leerse en su rostro “¡socavón!” dirigido al que le pregunta y, del mismo modo, a Rajoy se le entiende perfectamente cuando a propósito de la Memoria Histórica su cara parece recordarle al interlocutor sus fallecidos. Nada más propio en la semana de Difuntos que zanjas y cadáveres. No sabemos, de momento, si los muertos celebran su día allá dónde estén, a qué se dedican o si, como en aquella canción, Dios fuera su abogado de oficio en el último trance. En materia de difuntos, los creyentes tienen más o menos resuelto el asunto del más allá, mientras que los agnósticos capean como pueden el tema del más acá. Sólo nos queda honrar la memoria de los difuntos, abarrotar de flores frescas su ajado recuerdo y evocar sus últimas palabras aunque del nicho al hecho haya un gran trecho.
***
Y es que, del mismo modo que hay personas que ya se empadronan en la rotonda de Conxo a causa de sus eternos embotellamientos, llegará el día en que todos acabemos censados únicamente en la memoria de unos pocos. Luego vendrán con flores, unos por cariño y otros por asegurarse que seguimos ahí quietecitos, no vaya a ser que. Y como en todo hay modas, también los cementerios son terreno abonado para las novedades. Lo último es fabricarse un diamante con las cenizas del finado, pero ya antes nos llegaba allende los mares otra siniestra ocurrencia en forma y disfraz de Halloween, que consiste exactamente en no se sabe muy bien qué o algo así. Lo cierto es que ha hecho fortuna entre los jóvenes esta fiesta foránea y entienden a los difuntos de una manera más viva. Ya veremos cuando estos jóvenes de botellón cargados de tanto alcohol sean incinerados cuántos días estarán ardiendo.
José María Sánchez Reverte
El mismo fin de semana en que se disputaba la carrera pedestre en Compostela, la ministra de Fomento afirmaba que correr era de cobardes. Hablaba, claro está, de su dimisión, ese animal mitológico. En ocasiones la oratoria es un arte, pero el silencio siempre es una ciencia exacta. Sin embargo, resulta posible leer los rostros y las calladas por respuesta. Así, cuando alguien pregunta al presidente Zapatero por el AVE de Barcelona puede leerse en su rostro “¡socavón!” dirigido al que le pregunta y, del mismo modo, a Rajoy se le entiende perfectamente cuando a propósito de la Memoria Histórica su cara parece recordarle al interlocutor sus fallecidos. Nada más propio en la semana de Difuntos que zanjas y cadáveres. No sabemos, de momento, si los muertos celebran su día allá dónde estén, a qué se dedican o si, como en aquella canción, Dios fuera su abogado de oficio en el último trance. En materia de difuntos, los creyentes tienen más o menos resuelto el asunto del más allá, mientras que los agnósticos capean como pueden el tema del más acá. Sólo nos queda honrar la memoria de los difuntos, abarrotar de flores frescas su ajado recuerdo y evocar sus últimas palabras aunque del nicho al hecho haya un gran trecho.
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Y es que, del mismo modo que hay personas que ya se empadronan en la rotonda de Conxo a causa de sus eternos embotellamientos, llegará el día en que todos acabemos censados únicamente en la memoria de unos pocos. Luego vendrán con flores, unos por cariño y otros por asegurarse que seguimos ahí quietecitos, no vaya a ser que. Y como en todo hay modas, también los cementerios son terreno abonado para las novedades. Lo último es fabricarse un diamante con las cenizas del finado, pero ya antes nos llegaba allende los mares otra siniestra ocurrencia en forma y disfraz de Halloween, que consiste exactamente en no se sabe muy bien qué o algo así. Lo cierto es que ha hecho fortuna entre los jóvenes esta fiesta foránea y entienden a los difuntos de una manera más viva. Ya veremos cuando estos jóvenes de botellón cargados de tanto alcohol sean incinerados cuántos días estarán ardiendo.
José María Sánchez Reverte
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