Cuentan cronicones poco fiables que hace siglos llegó a Galicia una religión que adoraba al Sol, y que al cabo de un mes hubo de marcharse aburrida. Pero varios cambios climáticos después lo ocurre es que no cae aquí ni una gota. Miramos con recelo al cielo y no encontramos al autor intelectual de una sequía que se está haciendo más larga que un día sin escuchar a José Blanco. Hay quien dice que algún gamberro ha cambiado el sentido del giro de las hélices de los generadores que adornan nuestros montes y por eso no dejan llegarnos las nubes, pero esta teoría no parece demasiado creíble. Y aunque aún no sabemos si hacer nuevos pantanos lo prohíbe la Ley de Memoria Histórica, lo cierto es que políticamente las sequías son fastidiosas porque no se puede culpar al otro de ellas. Tras los incendios pasados nos amenaza ahora la falta de agua y no se conocen medidas para hacer frente a una continuada falta de precipitaciones. Alguien escuchará pronto decir al presidente Touriño que él no ha venido a luchar contra estos desastres de la naturaleza que le acompañan en su gobierno. Refiriéndose a los meteorológicos, claro. Estamos atormentados.
José María Sánchez Reverte
No hay comentarios:
Publicar un comentario