Periódicamente la asociación de turno se llega a denunciar al Concello por el escandaloso asunto de los ruidos callejeros. Y, como en cada ocasión, aquel hace oídos sordos en lugar de hacerse eco de las peticiones. En este caso ha sido la Plataforma Vecinal Santiago Sin Ruido la que ha presentado la correspondiente y enésima denuncia ante la Fiscalía acusando al gobierno local de pasividad ante el deterioro de la convivencia en zonas del Ensanche y el Centro histórico, pasividad ante la “movida” nocturna que tiene a los vecinos de los nervios hasta el alba.
Pues maldita sea la gracia. No por la denuncia sino porque, como ya ha ocurrido anteriormente, acabarán por condenar moralmente al Concello y a nosotros a pagar la multa, que este siempre acaba escarmentando en oreja ajena.
Lo cierto es que no sabemos si es pasividad del Concello, cosa mala, o impotencia, acaso peor, pero en uno y otro caso el Concello, como tal, es algo tan difuso, tan etéreo como el tiempo o los suspiros. Vamos, que hay un responsable, una responsable con nombres, apellidos y cita en la peluquería y que debiera ser quien actuara para remediar tamaño desfeito o, como mínimo, hacer como que hace más allá de multar a locales de una forma digámoslo así, un tanto infantil.
Porque ahí están las leyes, ordenanzas y demás zarandajas, reuniones, grupos de estudio, comisiones y todo tipo de hermanamientos asociacionistas y amancebamientos politicovecinales para resolver el problema y que, cuando hablan de atajarlo, se refieren a ir por el camino más corto, esto es, una declaración de intenciones tan lírica que ponen los vellos de punta y las orejas tiesas. Y todo porque las medidas socialistas no están siendo populares pero algo hay claro, lo hecho hasta a hora, y visto lo oído, los ruidos, son inútiles. O se recambian las ideas o las personas, pero tanto grito clama al cielo.
Que ya estamos hartos de pagar de nuestros bolsillos diligentemente las multas negligentes del Concello, carajo.
Se aceptan sugerencias.
Pues maldita sea la gracia. No por la denuncia sino porque, como ya ha ocurrido anteriormente, acabarán por condenar moralmente al Concello y a nosotros a pagar la multa, que este siempre acaba escarmentando en oreja ajena.
Lo cierto es que no sabemos si es pasividad del Concello, cosa mala, o impotencia, acaso peor, pero en uno y otro caso el Concello, como tal, es algo tan difuso, tan etéreo como el tiempo o los suspiros. Vamos, que hay un responsable, una responsable con nombres, apellidos y cita en la peluquería y que debiera ser quien actuara para remediar tamaño desfeito o, como mínimo, hacer como que hace más allá de multar a locales de una forma digámoslo así, un tanto infantil.
Porque ahí están las leyes, ordenanzas y demás zarandajas, reuniones, grupos de estudio, comisiones y todo tipo de hermanamientos asociacionistas y amancebamientos politicovecinales para resolver el problema y que, cuando hablan de atajarlo, se refieren a ir por el camino más corto, esto es, una declaración de intenciones tan lírica que ponen los vellos de punta y las orejas tiesas. Y todo porque las medidas socialistas no están siendo populares pero algo hay claro, lo hecho hasta a hora, y visto lo oído, los ruidos, son inútiles. O se recambian las ideas o las personas, pero tanto grito clama al cielo.
Que ya estamos hartos de pagar de nuestros bolsillos diligentemente las multas negligentes del Concello, carajo.
Se aceptan sugerencias.
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