
Pues maldita sea la gracia. No por la denuncia sino porque, como ya ha ocurrido anteriormente, acabarán por condenar moralmente al Concello y a nosotros a pagar la multa, que este siempre acaba escarmentando en oreja ajena.
Lo cierto es que no sabemos si es pasividad del Concello, cosa mala, o impotencia, acaso peor, pero en uno y otro caso el Concello, como tal, es algo tan difuso, tan etéreo como el tiempo o los suspiros. Vamos, que hay un responsable, una responsable con nombres, apellidos y cita en la peluquería y que debiera ser quien actuara para remediar tamaño desfeito o, como mínimo, hacer como que hace más allá de multar a locales de una forma digámoslo así, un tanto infantil.
Porque ahí están las leyes, ordenanzas y demás zarandajas, reuniones, grupos de estudio, comisiones y todo tipo de hermanamientos asociacionistas y amancebamientos politicovecinales para resolver el problema y que, cuando hablan de atajarlo, se refieren a ir por el camino más corto, esto es, una declaración de intenciones tan lírica que ponen los vellos de punta y las orejas tiesas. Y todo porque las medidas socialistas no están siendo populares pero algo hay claro, lo hecho hasta a hora, y visto lo oído, los ruidos, son inútiles. O se recambian las ideas o las personas, pero tanto grito clama al cielo.
Que ya estamos hartos de pagar de nuestros bolsillos diligentemente las multas negligentes del Concello, carajo.
Se aceptan sugerencias.
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