domingo, 20 de enero de 2013

I "¿Conoces el SAVAST?"


Con esta breve introducción iniciamos una serie que pretendemos sea semanal centrada en el Savast, el lugar y el círculo de personas más desconocido de Santiago de Compostela.
Esta historia nos llegó acompañada de un soporte fotográfico cuya autenticidad, así como la veracidad de lo relatado, hemos podido verificar a lo largo de varios meses. No obstante, hemos preferido mantener inédito tanto el material gráfico como la identidad de la autora,  y modificar algunos pasajes y determinados personajes al considerar que pueden ser reconocidos, dado el carácter en ocasiones demasiado crudo y escabroso de lo narrado.
LB

 ***
“¿Conoces el Savast?
Con esta pregunta comienza todo.
No, naturalmente, nadie conoce el Savast. Incluso quienes acuden a él lo negarán si se les pregunta.
El Savast es el lugar más exclusivo de Santiago, exclusivo en la acepción más terrible del término.
En él se reúne lo más escogido de la vida económica, social, política y hasta religiosa de Santiago. Pero no la que conocemos o, mejor dicho, la que cree serlo.
Sólo algunos de quienes lo frecuentan provienen de esta aparente buena sociedad, pero son los menos.
Nadie acude al Savast, ni luego puede dejar de hacerlo, por su propia voluntad.
Nadie acude por ser conocido, rico, famoso o popular, gran empresario, tener un gran cargo político, pertenecer a una cofradía u orden, o ser una celebridad más o menos reconocida.
La inmensa mayoría de estos ignora la existencia del Savast.
La inmensa mayoría de estos daría su vida por poder ir a él.
Pero nadie va, te llevan.
Un día, alguien que conoces, te invita a ir. Sin más.
Y al ir descubres dónde reside el alma que da vida a la ciudad.
Y al ir descubres que alguien ha querido que mañana seas parte de esa alma.
Descubres que en Santiago no se mueve un céntimo, triunfa o fracasa un negocio, se baja una cremallera, se manifiestan unos, se sube una falda, se vende un lápiz, se levanta un edifico, se fornica o se apaga una luz sin que allí se sepa.
Y se permita.
Nadie ocupa un escaño, un cargo o una dirección sin el beneplácito del Savast.
Y, sin embargo, ninguno de aquellos sobre cuyas vidas deciden, del más humilde al más encumbrado, conoce a quienes manejan sus hilos.
Aparentemente es un lugar donde se sirven copas, se puede picotear, escuchar música, bailar o sencillamente hablar.
Pero solo aparentemente.
(…)
 Yo he estado en el Savast.
Me hago llamar Alejandra y todavía hoy sigo yendo.
Fui llevada por error, una confusión de personas que nunca desmentí.
Pero eso ya no importa.
Contaré todo lo que pueda, como pueda y hasta donde me dejen.
Creo que debo hacerlo.

Continuará...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chorradas.

Cuéntanos una de marcianos.

LyB dijo...

Esas fueron exactamente nuestras palabras la primera vez.

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