Por Ana Ulla
Leíamos hace tan solo unos días, a propósito del aborto, que
poco hay más relevante para comprender el sentido de la reforma que atender a
quiénes son los que la apoyan. Se trataba de una referencia al espaldarazo dado
por la ultraderecha francesa a Gallardón, algo que ahora nos hace recapacitar
en la misma dirección cuando nos enteramos que entre quienes critican la
reforma se encuentra Javier Dorado, el enigma de otro mundo, el mismo del que
dicen algunos que su currículo cabe en un simple post-it con un críptico, ‘yo soy el que soy’, aquel que ya estaba en
ellos antes de que se crearan los cargos que ocupa, cargos que con razón se
denominan ‘puestos’. Tal es el crítico con los suyos en el aborto, tal es. Y es
que de ser cierto que este asunto es el único que hasta la fecha ha cumplido el
partido en el gobierno de cuantos preñaban su programa electoral, resulta
divertido que sea también el único frente al que se han revelado algunos de sus
más estrambóticos correligionarios.
De él se decía hace un tiempo lo mismo que de Conde Roa
cuando se hizo con el poder dentro de su partido en Santiago, que viendo la catadura
moral de semejantes individuos, ¡cómo sería entonces la de aquellos a los que
venció! Y aunque ya la vamos conociendo, lo cierto es que pocos como Dorado
representan esa clase de políticos patrios que asombran al mundo, alzándose en
brindis al sol, a la luna o a lo que se tercie, ante el único cumplimiento
electoral de su partido. Esa clase de políticos tan gallegos, tan compostelanos
que dirían otros, que son padre y madre de los éxitos pero huérfanos a la hora de
quedar mal cara a la galería de helarte. Quedar bien, ser guay, ¡moenno! de mente
abierta por los cuatro costados. Él, que hace cabeza de las Nuevas generaciones
de su grupa, asesora al conselleiro de Industria en un vuelta de tuerca del
pasmo partidista, la de apuntarse a cualquier carro o carreta.
Ahora con esto.
Y con lo que sea, y con lo que venga como buen político pepero que se agazapa en su partido esperando su hora, esa forja de
paja curtida en escuelas de oratoria y elocuencia en las que, por un módico
precio, se enseña a hacer con la boca figuras de humo con las caladas dadas a
los puros de las bodas, los bautizos y las excomuniones. Porque lo importante no
es estar, sino quedarse. O como convertir la nada en humo.
Tal es el nuevo apoyo de quienes denigran la nueva reforma
del aborto. Es lo que hay.
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