Por Ana Ulla
Siempre es tarde para las dimisiones vespertinas. Incluso
para concejales polideportivos. Dimitió Adrián Varela y lo hizo cuando nadie
miraba, dimisiones de solpor, aprovechando que el Pisuerga no pasaba por Nueva
Delhi, una dimisión como un gol en propia puerta santa. Y luego supimos sus
razones, dos, como podría ser una o cincuenta y una, se trataba de hablar por
no callar, que quien calla, pues eso.
Será que la solidaridad bien entendida empieza por unos
mismos, los de siempre, y nunca es buen momento para solidarizarse en la
insolidaridad, que no ha hecho otra cosa el concejal que dejar con los glúteos
al aire a los solidarizados que con tanto afán se aferraban a una inociencia que ahora minusvalora el
dimitido dimitiendo, como si hubiesen hecho algo malo, o no, o si y no, que
también esto es posible en Santiago.
Pero ni caso.
Alguien ha dado un manotazo en la mesa, o un taconazo, al
grito pelado de ‘hasta aquí habéis llegado’. A un año de las elecciones, con
los manteles todavía puestos en las mesas electorales, y las sentencias
aguardando su llegada como los jinetes en los apocalipsis, ha llegado la hora,
parecen decir, de hacer marrón y cuenta nueva. Y como las gracias nunca vienen
solas, hay que ir conformando las caras y aparcando los caras, un año pasa
planeando y hay tiempo, dicen los enardecidos, y nada está ni perdido ni
encontrado. Pero hay que empezar hoy, ya, que mañana siempre es tarde. Y tú
serás el primero, firma ahí donde dice ‘siempre te quiere tu soldado Adrián’,
coges las muletas y gracias por los servicios prestados. La política es otra
cosa.
Creen que tienen tiempo, que pueden remontar como salmones,
pero hay que moverse aunque sea a empujones, como el de Adrián.
Alguien ha tomado el mando en el Pp de Compostela, alguien
que cree en limpiar, fijar y dar esplendor. Alguien que cree que hay tiempo.
Doce meses, sí, pero doce causas también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario