Por Lupe Castiñeiras
No resulta difícil hablar, a vaca pasada, de dimisiones.
Pero, siendo sincera, ¿a quién le importa ya?
Muy clarificadora resultó la imagen de la dimitida rodeada
de aquellos, no siempre todos, que no solo la engañaron para que se presentase
a las primarias para acabar, al menos de momento, con una prometedora carrera
política gracias a una campaña infantiloide y unos apoyos públicos y publicados
que eran garantía de su defunción. Pues sí, la rodeaban como se visitan las capillas
ardientes para asegurarse que el muerto está bien muerto, miradas de ‘cuidado
con lo que dices que te estamos vigilando’, como una marioneta, un títere en
manos de quienes pretendieron usarla para hacer medre político o económico a su
costa.
Por eso, ¿a quién le importa ahora hablar de su dimisión
cuando no ha sido más que una ‘espantá’, una pataleta de niña rica y malcriada
a la que estafaron metiéndole el dedito ahí donde se engríe la vanidad hasta
hacerla creer, sin demasiado esfuerzo por lo visto, que Compostela la adoraba?
No, hay dimisiones honrosas y hay dimisiones que son deslealtades, felonías de
cobardes redomados, de desprecio a la acta de concejal que le fue confiada, de
desdén a quienes representa el sillón que ha calentado durante más de una
década y que ahora astilla y prende para calentar una disputa interna y
partidista ajena a la confianza y responsabilidad que se le otorgó, qué flaca
es la memoria, en las pasadas elecciones.
Porque hay dimisiones dignas y hay dimisiones que
representan un menosprecio a quienes en su noche depositaron en ella la confianza
en un proyecto en el que ahora, ¡ahora!, confiesa no creer, confesiones de apoyar
a un partido y que a la hora de la verdad, y de la mentira, deja plantado
públicamente ‘para no hacer sombra’, sabedora tal vez de una debacle que cree
no la salpicará para el día de mañana poder decir, con quienes ahora se relamen
con el amargo sabor de esa derrota futura, que fue por no haber confiado en
ella, tamaña es la impostura de la traición hacia quienes creyeron sus
palabras, quejas de plañidera hacia un aparato que sencillamente pretendía
cambiar por otro, el de los suyos, prácticas mafiosas denunciadas que ahora
demuestra solo buscaba trocar por las de quienes han buscado auparla a ese
aparato.
Porque hay dimisiones, en fin, que honran igual que hay
dimisiones que ridiculizan, apoyos y gritos de ¡valiente, valiente! en los
silencios oscuros de quien ha sido pillado en falta, dejada por mentirosa
después del informe oficial sobre los pisos pateras, los silencios sobre las
sobrinas profesoras, los regalazos de Vendex, las investigaciones judiciales
aun en curso. No, nunca ha sido valiente quitarse de en medio cuando las cosas no
salen como se espera, han sido otros los que pretenden enterrarla hoy para esconder
el fracaso de sus malevas intenciones y evitar, con un alarde de melindroso
ocultar que la muerta se vuelva y vea cómo la han utilizado.
Pero se va, es cierto, y para volver pasado mañana de la
mano del siguiente que sepa engañarla de nuevo. Se va, en fin, cerrando ese
ciclo perverso que iniciara Conde Roa al convertir el Concello en una caja de
resonancia para estómagos y posaderas agradecidas. Se va por donde hemos
venido, por la puerta grande que desemboca en los puentes de plata bruñida. Se
va, buen viaje y hasta muy pronto, que muchos cafés amargos nos debes todavía.
Porque cuando un barco, e incluso una patera, se hunde el capitán es el último en abandonar. Los primeros,, en cambio, ya se sabe.....
Porque cuando un barco, e incluso una patera, se hunde el capitán es el último en abandonar. Los primeros,, en cambio, ya se sabe.....
Se va llevando la vida y la muerte bordada en la
boca…..
Lupe Castiñeiras: lampreasyboquerones@gmail.com
2 comentarios:
Muy bueno Lupe. Pero me gustaría leer algún análisis del ganador de las primarias. Disculpe que no recuerde su nombre.
Desde luego, si en el PSdG fuera mínimamente inteligente, daría un toque a esta bazofia de blog que lo único que hace es enmerdar de manera continua y con gusto pésimo lo que ya de por si nació lleno de mierda hasta rebosar. El espectáculo que se nos está dando a los vecinos de Santiago es tan lamentable como real. Eso es lo que queda.
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