Por Picheleira
No, el bipartidismo no ha muerto. No al menos el que durante
décadas, siglos en realidad, ha
reflejado lo que mejor representa el alma de
España, el cainismo. Y esta dolencia del espíritu sigue viva y con salud
excelente tras las elecciones pasadas. “Españolito que vienes al mundo, te
guarde Dios….”, que lloraba aquél. Un maniqueísmo en urna auspiciado por una
legislación electoral que permite que nadie pierda y por el mismo precio poder
hacerse extrapolaciones a la carta. Hoy
es día de análisis y comentarios profundos y variopintos, la hora de los
números, los estudios y la sabiduría impopular. La hora de las obviedades. Que
cada cual elija la que más le consuele.
Y de entre todos los ganadores, del azul al invisible, un
único derrotado de verdad que cuenta con la mejor arma para tragar su derrota,
no yendo con él. El alcalde de Santiago ha pasado en solo seis meses de ser Gran
Líder a cabecilla de una banda, tal vez no tanto por el abultado número de
votos perdidos sino por haber logrado semejante descalabro en apenas medio año.
Un dato a tener en cuenta de no ser porque al aludido le importa un bledo,
porque está en la ciudad haciendo tiempo, porque solo le importa él y su mente
está en otras latitudes y en diferentes longitudes. Sus miras son otras y su
derrota, por tanto, no es suya. Extrapola, dice, que algo queda. Con cabeza
fría podría pensarse que en un tiempo récord ha se ha convertido en un lastre
para los suyos, un peso muerto, un estorbo, el único con capacidad para gestionar que ha
demostrado que no sabe, no quiere, o ambas cosas. Ha convertido a su partido en
un coche de lujo con un motor, él, de seiscientos. Pero por fortuna no le
importa nada de lo que se le pueda decir porque sólo él posee el don de la
infalibilidad. Desextrapolando habrá quien le recuerde que no solo no tuvo
mayoría absoluta en su momento, sino que a día de hoy su apoyo es aún menor. Se
le puede decir, pero no le importará, su ecosistema onírico es otro en el que
no es capaz de discernir qué votos son los suyos y cuáles los de otros partido
que se los prestan, quién por cuánto tiempo, cosa que tampoco le importa si
consigue llegar a tiempo a él mismo, que es hacia donde se dirige. De nada le
servirá que le avisen, que le adviertan de lo ocurrido, todo es mentira o
medias verdades, envidia, mediocridad. En estas elecciones no se ha estrellado,
ha sufrido una colisión por alcance.
Nuestro alcalde es un caníbal de la política que solo
sobrevive alimentándose de sus contrincantes como un guerrero amazónico, lo
hizo con el bloque, con Izquierda Unida, con Podemos y con esa parte del Psoe a
la que le ha prometido la dirección y un trébol en en el ojal a cambio de
hacerle cierto trabajo sucio, y como último acto de esa orgía pantagruélica el
papelón de las papeletas de hacer de la propia Galicia a la que dice representar
el último de sus salvajes bocados con tal de ganar algo. Alimentarse para
seguir creciendo con la carne electoral que sale a cazar, eliminando para
quedarse solo. Hasta llegar a Santiago y pinchar en piedra pretendiendo
gobernarla con puño de hielo. ¡Como si le importara! Lo que le interesan son
los votos de sus correligionarios de más allá de Santiago, esos que le llevarán
en volandas hacia la Xunta para repetir las propuestas electorales que Beirás
lleva repitiendo más de treinta años y nacidas para no ser nunca aplicadas
porque lo importante, dice el mismo Maestro como premisa de toda su política,
lo único que importa es alcanzar el poder, las realidades llegarán solas. En
cuanto ha dado la cara, se la han partido (en coalición).
Ha resultado que no era cuestión de conservar la sonrisa,
sino de seguir riéndose de la ciudad. Y bien lo ha conseguido porque como
escribía el romano Fedro, “los pobres cambian de amo, no de suerte”.
Posiblemente ni Compostela Aberta ni En Marea hayan tocado techo en Santiago, pero Noriega sí. El problema es quién se lo dice.....
Posiblemente ni Compostela Aberta ni En Marea hayan tocado techo en Santiago, pero Noriega sí. El problema es quién se lo dice.....
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