lunes, 16 de octubre de 2017

Decíamos ayer, diremos mañana...

Por Ana Ulla

Cuando Martiño se pregunta y se responde sobre su fartura lamentando (¡) cínicamente no saber
cómo explicarle a su hija el drama de los incendios, sabe que cualquiera podría hacerlo por él: es político y saca tajada, lo mismo ahora que cuando calló y justificó otros fuegos porque entonces gobernaba su partido. Que se lo diga, a fin de cuentas tarde o temprano lo sabrá.

Ocurre que íbamos a iniciar una serie de recuerdos, noticias de ayer y de hoy para comprobar cómo esta misma indignación, odio y rabia ya se había vivido antes en Galicia cambiando únicamente a sus protagonistas. Incluso las consignas son las mismas, igual que los berros y las banderas con mensaje, todo eso lo hemos vivido antes. Pero entonces eran unos los que gritaban y otros los que guardaban pulcro silencio, justificando y explicando la situación. Hoy los que gritaban, callan, y aquellos silenciosos cómplices arremeten hoy contra los primeros con los mismos reproches cargados de indignación. Pero el odio, el rencor, el saldar cuentas vengan o no a cuento, se reproduce. Solo las víctimas permanecen, solo ellas son las mismas, aquellas y estas.

Íbamos a iniciar una serie, decía, para mostrar cómo un país puede ser tan grande como sus mandatarios mezquinos e indignos. Los de hoy como los de ayer. Y la irresponsabilidad, manifiesta y compartida. Íbamos a iniciar esa serie de recortes pero la mitad ya estaba hecha, esa que está condenando hoy a esa otra mitad que entonces trataban de salvarse, y creo que es inútil hacerla si no quiero ser tan ruin como ellos. Recordar quiénes eran ayer los que claman justicia hoy, y qué hicieron, nada, y qué callaron, todo, es portarse como ellos, los de ayer y los de hoy. Y no quiero ser así. Lo que teníamos que decir entonces, ya lo dijimos, y hoy repetiríamos lo mismo cambiando solo a los jugadores por sus hinchadas. Nadie va a decirme hacia dónde debo dirigir mi rabia.

Íbamos a mostrar cómo intentaban engañarnos ayer y cómo lo intentan hoy, pero no lo haremos porque sabemos que es inútil hacerlo. Tal vez porque ‘los míos’ son todos.

No Martiño, la culpa no es del maquinista, es de quienes os alimentáis con su carne. Tú y ellos.


Solo quiero tener dos menciones especiales que, por inhumanas, no puedo pasar por alto. La primera, una concejala compostelana hoy exacerbada e iracunda, gatita mimosa y sabedora de todo durante los días aciagos en que las llamas visitaron Santiago. Nuestro desprecio hacia ella por hipócrita. La segunda, a aquellos salvadores del futuro que no solo se pusieron del lado de los gobernantes entonces, sino que aseguraron en público que los incendios los provocó gente de otra facción que no soportaba verse relegada políticamente. A Suso de Moro y manuel Rivas les deseamos que ardan en el infierno de los remordimientos de Judas.

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