Por Ana Ulla
Cuando Martiño se pregunta y se responde sobre su fartura
lamentando (¡) cínicamente no saber
cómo explicarle a su hija el drama de los
incendios, sabe que cualquiera podría hacerlo por él: es político y saca tajada, lo
mismo ahora que cuando calló y justificó otros fuegos porque entonces gobernaba
su partido. Que se lo diga, a fin de cuentas tarde o temprano lo sabrá.
Ocurre que íbamos a iniciar una serie de recuerdos, noticias
de ayer y de hoy para comprobar cómo esta misma indignación, odio y rabia ya se
había vivido antes en Galicia cambiando únicamente a sus protagonistas. Incluso
las consignas son las mismas, igual que los berros y las banderas con mensaje,
todo eso lo hemos vivido antes. Pero entonces eran unos los que gritaban y
otros los que guardaban pulcro silencio, justificando y explicando la
situación. Hoy los que gritaban, callan, y aquellos silenciosos cómplices
arremeten hoy contra los primeros con los mismos reproches cargados de
indignación. Pero el odio, el rencor, el saldar cuentas vengan o no a cuento,
se reproduce. Solo las víctimas permanecen, solo ellas son las mismas, aquellas
y estas.
Íbamos a iniciar una serie, decía, para mostrar cómo un país
puede ser tan grande como sus mandatarios mezquinos e indignos. Los de hoy como
los de ayer. Y la irresponsabilidad, manifiesta y compartida. Íbamos a iniciar
esa serie de recortes pero la mitad ya estaba hecha, esa que está condenando
hoy a esa otra mitad que entonces trataban de salvarse, y creo que es inútil
hacerla si no quiero ser tan ruin como ellos. Recordar quiénes eran ayer los
que claman justicia hoy, y qué hicieron, nada, y qué callaron, todo, es portarse
como ellos, los de ayer y los de hoy. Y no quiero ser así. Lo que teníamos que
decir entonces, ya lo dijimos, y hoy repetiríamos lo mismo cambiando solo a los
jugadores por sus hinchadas. Nadie va a decirme hacia dónde debo dirigir mi
rabia.
Íbamos a mostrar cómo intentaban engañarnos ayer y cómo lo intentan hoy, pero no lo haremos porque sabemos que es inútil hacerlo. Tal vez porque ‘los míos’ son todos.
Íbamos a mostrar cómo intentaban engañarnos ayer y cómo lo intentan hoy, pero no lo haremos porque sabemos que es inútil hacerlo. Tal vez porque ‘los míos’ son todos.
No Martiño, la culpa no es del maquinista, es de quienes os alimentáis
con su carne. Tú y ellos.
Solo quiero tener dos menciones especiales que, por
inhumanas, no puedo pasar por alto. La primera, una concejala compostelana hoy
exacerbada e iracunda, gatita mimosa y sabedora de todo durante los días
aciagos en que las llamas visitaron Santiago. Nuestro desprecio hacia ella por
hipócrita. La segunda, a aquellos salvadores del futuro que no solo se pusieron
del lado de los gobernantes entonces, sino que aseguraron en público que los
incendios los provocó gente de otra facción que no soportaba verse relegada
políticamente. A Suso de Moro y manuel Rivas les deseamos que ardan en el
infierno de los remordimientos de Judas.
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