El pistoletazo de salida de la precampaña electoral gallega ha dejado sus primeros heridos de bala. Y es que a falta de pronunciamientos de otros partidos tales como el Humanista o Falange Española, el socialista Pérez Touriño es de momento el único candidato presidenciable que no ha anunciado su intención de dimitir según qué resultados electorales obtenga. Lo hizo el impopular Núñez Feijoó para el caso de seguir siendo minoría absoluta en Galicia, y lo propio afirmó Anxo Quintana si no mejorara los irregulares resultados de la anterior convocatoria.
Lo de poner la cabeza a disposición del partido es complejo pues no siempre saben sus afiliados qué hacer con ella, como esos pollos que una vez decapitados siguen correteando como si la cosa no fuera con ellos. Pero si hacemos caso a las encuestas y al sentir de la calle, Quintana tiene más posibilidades de seguir con la barbuda testera sobre los hombros que su contrincante pepero, y todo por su astuto deslizamiento a posiciones cada vez más gallegas y menos nacionalistas, mal que le pese a un iracundo Beirás en funciones, cada vez más, de padrastro bloqueiro que ve cómo el hijo político de sus entrañas se va con la primera poltrona que pasa.
Y es que sabe el socialista Touriño que va a gobernar, salvo hecatombe de last minute, por más que hablen los demás hasta que se les seque la boca a fuerza de escupirse lindezas. Gobernará con unos u otros porque así se lo han dicho los asesores que le susurran al oído, y porque no es de recibo que la factura de más de dos millones por su despacho nuevo vaya a aprovecharla otro.
Feijoó tiene a su favor el ostentar desde el principio el desagradecido papel de embalar de haber sido bisagra chirriante entre el adiós de Fraga y la bienvenida de lo que quiera que sea que venga y cuando venga, y está dispuesto a morir con los votos puestos. Quintana, empero, sabe que mejorar sus resultados electorales es cosa sencilla después de haber convertido la televisión autonómica en casi un canal de producción propia. Baste recordar aquellos primeros roces de la legislatura entre los miembros del bipartito en que, ante el asombro de casi todos, se reprochaban públicamente nacionalistas y socialistas el no respetar el acordado reparto de tiempo en las noticias regionales. Así, con dos antenas, que el que biparte y reparte se lleva la mejor parte.
Nada de eso quita el sueño al apacible Touriño en su colchón electoral antiescaras, viviendo como vive en ese melifluo limbo de votos seguros en el que unas papeletas más o menos solo decidirán el nombre de su socio, pero no el color de la presidencia de la Xunta, aunque no gane en número de votos absolutos como se prevé. En estas circunstancias hace bien en no poner precio a su cabeza de ratón por las jaquecas de otros, los que tendrán que despedirse, aunque eso habrá que verlo, con el rabo de león entre las piernas.
Lo de poner la cabeza a disposición del partido es complejo pues no siempre saben sus afiliados qué hacer con ella, como esos pollos que una vez decapitados siguen correteando como si la cosa no fuera con ellos. Pero si hacemos caso a las encuestas y al sentir de la calle, Quintana tiene más posibilidades de seguir con la barbuda testera sobre los hombros que su contrincante pepero, y todo por su astuto deslizamiento a posiciones cada vez más gallegas y menos nacionalistas, mal que le pese a un iracundo Beirás en funciones, cada vez más, de padrastro bloqueiro que ve cómo el hijo político de sus entrañas se va con la primera poltrona que pasa.
Y es que sabe el socialista Touriño que va a gobernar, salvo hecatombe de last minute, por más que hablen los demás hasta que se les seque la boca a fuerza de escupirse lindezas. Gobernará con unos u otros porque así se lo han dicho los asesores que le susurran al oído, y porque no es de recibo que la factura de más de dos millones por su despacho nuevo vaya a aprovecharla otro.
Feijoó tiene a su favor el ostentar desde el principio el desagradecido papel de embalar de haber sido bisagra chirriante entre el adiós de Fraga y la bienvenida de lo que quiera que sea que venga y cuando venga, y está dispuesto a morir con los votos puestos. Quintana, empero, sabe que mejorar sus resultados electorales es cosa sencilla después de haber convertido la televisión autonómica en casi un canal de producción propia. Baste recordar aquellos primeros roces de la legislatura entre los miembros del bipartito en que, ante el asombro de casi todos, se reprochaban públicamente nacionalistas y socialistas el no respetar el acordado reparto de tiempo en las noticias regionales. Así, con dos antenas, que el que biparte y reparte se lleva la mejor parte.
Nada de eso quita el sueño al apacible Touriño en su colchón electoral antiescaras, viviendo como vive en ese melifluo limbo de votos seguros en el que unas papeletas más o menos solo decidirán el nombre de su socio, pero no el color de la presidencia de la Xunta, aunque no gane en número de votos absolutos como se prevé. En estas circunstancias hace bien en no poner precio a su cabeza de ratón por las jaquecas de otros, los que tendrán que despedirse, aunque eso habrá que verlo, con el rabo de león entre las piernas.
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