Sabíamos que Teresa Táboas tiene voz de musgo y ademanes de cazadora en una cara de muñeco Lego, pero lo que no sabíamos es que sabe hacer chistes, y no malos, y eso es para celebrarlo. Se trata, recordemos, del comentario que hizo respecto al slogan de Núñez Feijoo y su 009 electoral, algo que la hermosa conselleira reinterpretó con retranca de muchos kilates como un guiño a la red de espionaje del PP madrileño. No es que la cosa tenga mucha relación con el candidato popular, se supone, pero la ocurrencia es de las de quitarse el sombrero.
No sabemos tampoco si alguno de los que la escucharon en el mitin la entendieron, pero no importa y para ser justos hay que reconocerle a Táboas el esfuerzo. Y mucho más cuando en su papel reciclado de lugarteniente de Espartaco Quintana el sentido del humor pareciera asustarse, se nos esconde como cuando nos metemos en agua helada. Es cierto que también Quintana le da a eso de los chistes, pero mientras no sean delito seguiremos haciendo como que no se los escuchamos porque el cielo, ciertamente en sus insondables designios, no le ha llamado por el camino de las humoradas. Fuera de sus labores de gobierno, claro está.
Y es una pena, sí, pero tras el alarde de Táboas podemos pensar que no todo está perdido en el Bloque, que hay esperanza más allá de los gestos de estreñimiento cautivo por el dolor de los siglos de opresión, de las políticas garrapiñadas de victimismo celta o de las reivindicaciones históricas con cara de úlcera y argumentos de herniado. Que no todo es llorar en política, que a veces un poco de humor es sano para el que lo hace y un oasis con dátiles y todo para el que tenga que tragarse a palo seco la telepredicación de Quintana.
Ánimo pues, Teresa, queremos el siguiente y no esperar otros cuatro años.
No sabemos tampoco si alguno de los que la escucharon en el mitin la entendieron, pero no importa y para ser justos hay que reconocerle a Táboas el esfuerzo. Y mucho más cuando en su papel reciclado de lugarteniente de Espartaco Quintana el sentido del humor pareciera asustarse, se nos esconde como cuando nos metemos en agua helada. Es cierto que también Quintana le da a eso de los chistes, pero mientras no sean delito seguiremos haciendo como que no se los escuchamos porque el cielo, ciertamente en sus insondables designios, no le ha llamado por el camino de las humoradas. Fuera de sus labores de gobierno, claro está.
Y es una pena, sí, pero tras el alarde de Táboas podemos pensar que no todo está perdido en el Bloque, que hay esperanza más allá de los gestos de estreñimiento cautivo por el dolor de los siglos de opresión, de las políticas garrapiñadas de victimismo celta o de las reivindicaciones históricas con cara de úlcera y argumentos de herniado. Que no todo es llorar en política, que a veces un poco de humor es sano para el que lo hace y un oasis con dátiles y todo para el que tenga que tragarse a palo seco la telepredicación de Quintana.
Ánimo pues, Teresa, queremos el siguiente y no esperar otros cuatro años.
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