No es fácil entender el revuelo que se ha formado con las fotografías de Anxo Quintana en el yate de Jacinto Rey, porque el asunto en esencia es sencillísimo. Quintana, como cada mañana, iba a sus tareas cuando por error tomó el autobús equivocado, el de la línea Portugal-Oia, y acabó a bordo del barco de marras antes de poder darse cuenta. Y no hay más. Así que no tiene por qué disculparse aquel ya que, además, es cierto lo que ha dicho que él se reúne con todo tipo de personas y Jacinto no deja de ser un galleguito de a pie tirando a normal, como usted y como yo. Solo que al empresario le van bien las cosas y sus negocios, especialmente tras el concurso eólico, marchan viento en popa.
Todo lo demás, las interpretaciones que quieran hacerse sobre esa amistad y las fotos, están fuera de lugar. Seguro que no lo criticarían tanto si a Rey lo que le gustara fuera recoger patatas o percebes, pero claro, eso no tiene tan buena prensa como cuando de este potentado se trata. Aprovecharse de esas fotos en campaña es un acto rastrero, sí, el arte de pesca de votos de bajura y Quintana no debiera picar el anzuelo sino procurar hacer entre todos un esfuerzo por calmar los ánimos y pelillos a la mar. No hay nada malo en que Jacinto, que también es Rey, quiera tener su propio Bribón y sacarle partido.
Todo lo demás, las interpretaciones que quieran hacerse sobre esa amistad y las fotos, están fuera de lugar. Seguro que no lo criticarían tanto si a Rey lo que le gustara fuera recoger patatas o percebes, pero claro, eso no tiene tan buena prensa como cuando de este potentado se trata. Aprovecharse de esas fotos en campaña es un acto rastrero, sí, el arte de pesca de votos de bajura y Quintana no debiera picar el anzuelo sino procurar hacer entre todos un esfuerzo por calmar los ánimos y pelillos a la mar. No hay nada malo en que Jacinto, que también es Rey, quiera tener su propio Bribón y sacarle partido.
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