Por Lupe Castiñeiras
Es Santiago de esas ciudades en las que nunca escampa a
gusto de todos, un tubo de ensayos políticos con gaseosa de garrafón que la han
convertido en una consellería más bajo la tutela, o sutela, de la Xunta, esa
mano siniestra que mece a la cuna y a sus incunables. Será que de aquellos barros
conderoianos vinieron estos lodos agustinienses, esos personajes que han crecido
en Raxoi como lo hacían aquellos otros en los bancales de “Amanece que no es
poco”, con sus encimas y sus raíces profundas. Para entonces, por ser ayer, todo lo esperábamos,
todo excepto lo esperable a cuyo frente brilla con luz impropia quien se ha
hecho en pocas semanas con el título de juglar de la corte, o bufón, o como
prefieran, María José Corral, hermosa y turgente a pesar de todo, ese plato para
todas las salsas que diríase se ha propuesto hacer de Santiago una continua gymkana.
No es esta ciudad dada a la risa, para qué decir otra cosa, y
la irrupción de Corral y sus líneas, con sus festivos envites, sus fiestas, eventos y maneras
de animadora sociocultural nos pilla con la artritis municipal cambiada. Tal
vez sea cierto que la crisis al fin al cabo es cosa de perspectiva personal,
pero ocurre que con semejante personaje no sabemos a qué no atenernos. Hay días
en que resulta simpática hasta que habla, y hay días en que nos recuerda a esos
terroríficos payasos de Stephen King erizándonos la espalda.
No, lo sentimos, pero como mal menor, mínimo a ser posible, aguardábamos
políticos de talla tras la salida de los últimos depurados, y no solo de ajustado
talle, saltimbanquis que se unan a la oscurísima
división Brunete. Día tras noche vemos a Corral en cada foto, en cada acto, en
cada esquina como al ‘pequeño Nicolás’, omnipresente, multiplicada, ubicua
hasta el mareo tratando de hacernos felices con la actividad de un departamento
reconvertido en una franquicia de fiestas de cumpleaños a domicilio.
Así están las cosas, preámbulo del prólogo del prefacio de
lo que está por venir cuando la esquina
está a la vuelta de las elecciones. La Santiago de los conciertos cultísimos,
los señores sesudos y la intelectualidad grave con gafa de pasta no puede permitirse el
lujo de tener entre sus filas indias a otra relaciones públicas, no. Tres años
de convulsa vida política no pueden resumirse en vestir a un santo queriendo
desvestir a una santa. Queremos políticos de verdad, para para solazarnos con aprendices
de Leticia Sabater ya tenemos las primarias socialistas.
Lupe C.: lampreasyboquerones@gmail.com
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