Pero no es más que esa práctica que se repite como el ajo en todas las fuerzas, especialmente las débiles, de menosprecio hacia los cargos públicos. Es la forja de políticos noveles a quienes se coloca en cargos “menores” para que tomen contacto con la realidad política y hacer de ellos, el día de mañana y si no llueve, hombres y mujeres de pro.
Así, cuando hay que promocionar a determinado sujeto se aprovecha un relevo institucional para dar el escaño, el asiento o lo que sea a fulanito, con nula experiencia en el tema, a fin de que se foguee, se forje, ya me entienden, para que conozca y se le conozca mientras no se le reconozca. Una práctica que para muchos es una burla porque piensan, en su candidez ciudadana, que el cargo público en cuestión debiera ser ocupado por personas capaces, preparadas y de valía contrastada. Pues resulta que no, que el cargo y su sueldo y prebendas, se le da a fulanito o menganita para que se forje, o lo que es lo mismo, el cargo importa un pepino verde porque prima el interés del partido de sacar provecho partidista del asunto, una inversión que es perversión porque con ello se dice que prima más el partido que el cargo, que es patrimonio de los ciudadanos. Y aunque esto pueda ser tragado por quienes le votaron, no tienen por qué soportarlo quienes no lo hicieron y cuyos intereses como ciudadanos quedan cuando menos un tanto prostituídos.
Es lo que hay, o no. Se siembra el futuro del personaje en la vida política, si, pero a cambio de sacrificar el trabajo que conlleva el cargo ya que, por definición, no está preparado para él, puesto que su elección es precisamente para prepararse…si lo tiene a bien, claro ¿Y si no lo consigue? ¿No es preferible que lo ostente alguien preparado y que la formación del nuevo se articule de otra forma? ¿No sería mejor ofrecer el cargo a personas incluso ajenas pero capaces y que esa formación política se lleve a cabo por otros medios para que no repercuta en la administración de los ciudadanos?
Y cien mil preguntas más como estas. Pero la pared nunca contesta…
Así, cuando hay que promocionar a determinado sujeto se aprovecha un relevo institucional para dar el escaño, el asiento o lo que sea a fulanito, con nula experiencia en el tema, a fin de que se foguee, se forje, ya me entienden, para que conozca y se le conozca mientras no se le reconozca. Una práctica que para muchos es una burla porque piensan, en su candidez ciudadana, que el cargo público en cuestión debiera ser ocupado por personas capaces, preparadas y de valía contrastada. Pues resulta que no, que el cargo y su sueldo y prebendas, se le da a fulanito o menganita para que se forje, o lo que es lo mismo, el cargo importa un pepino verde porque prima el interés del partido de sacar provecho partidista del asunto, una inversión que es perversión porque con ello se dice que prima más el partido que el cargo, que es patrimonio de los ciudadanos. Y aunque esto pueda ser tragado por quienes le votaron, no tienen por qué soportarlo quienes no lo hicieron y cuyos intereses como ciudadanos quedan cuando menos un tanto prostituídos.
Es lo que hay, o no. Se siembra el futuro del personaje en la vida política, si, pero a cambio de sacrificar el trabajo que conlleva el cargo ya que, por definición, no está preparado para él, puesto que su elección es precisamente para prepararse…si lo tiene a bien, claro ¿Y si no lo consigue? ¿No es preferible que lo ostente alguien preparado y que la formación del nuevo se articule de otra forma? ¿No sería mejor ofrecer el cargo a personas incluso ajenas pero capaces y que esa formación política se lleve a cabo por otros medios para que no repercuta en la administración de los ciudadanos?
Y cien mil preguntas más como estas. Pero la pared nunca contesta…
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