Cuenta hoy El Correo que, tras varios meses de funcionamiento, la red Wimax puesta en marcha por el Concello en el casco histórico ha conseguido dos abonados, dos, sí, dos, que sí, solo dos. Una cagada vamos, como dos abonos o dos estiércoles después de haberse sembrado la duda y cosechado su improcedencia. Y es que al parecer, limitaciones técnicas y económicas hacen de este servicio un lujo para quienes pretendan usarlo, lo que no ha impedido que se desembolsen trescientos sesenta mil euros del ala oeste de la pasta gansa para ello, es decir, ciento treinta mil euros para que dos señores, o dos damas, o mitad y mitad puedan darle a la tecla con ardor bítico.
Pero para qué escandalizarnos sin cables, esos dos tipos, o tipas, han de salir a la calle, ver la luz, que los conozcamos, que nos expliquen en rueda de prensa con la cara pixelada qué les ha llevado a contratar el servicio, de qué botellón regresaban cuando decidieron contratar, quién les obligó a punta de trabuco a hacerlo, que expliquen, hasta el dolor si hace falta, por qué no prefieren enviarse postales o telegramas y, en fin, descubrir si una de esas personas es la mismísima Olga y el otro el señor alcalde punto dos, porque de seguir esta proporción la iniciativa será rentable en siglo y medio, una teoría de la relatividad al uso según la cual las masas serán iguales a los espacios por los cargos al cuadrado, o al cubo, el de la basura de las grandes ideas en módem.
Y ahora no sabe nuestra serena Olga cómo echarle un cable a la sin cable por resertear este desaguisado con patatas a lo pobre. Más éxito tuvo desde luego su concurso de balcones enxebres con geranios así, puestos a elegir, que vuelvan los cables para que al menso pueda tenderse la ropa en ellos.
Pero para qué escandalizarnos sin cables, esos dos tipos, o tipas, han de salir a la calle, ver la luz, que los conozcamos, que nos expliquen en rueda de prensa con la cara pixelada qué les ha llevado a contratar el servicio, de qué botellón regresaban cuando decidieron contratar, quién les obligó a punta de trabuco a hacerlo, que expliquen, hasta el dolor si hace falta, por qué no prefieren enviarse postales o telegramas y, en fin, descubrir si una de esas personas es la mismísima Olga y el otro el señor alcalde punto dos, porque de seguir esta proporción la iniciativa será rentable en siglo y medio, una teoría de la relatividad al uso según la cual las masas serán iguales a los espacios por los cargos al cuadrado, o al cubo, el de la basura de las grandes ideas en módem.
Y ahora no sabe nuestra serena Olga cómo echarle un cable a la sin cable por resertear este desaguisado con patatas a lo pobre. Más éxito tuvo desde luego su concurso de balcones enxebres con geranios así, puestos a elegir, que vuelvan los cables para que al menso pueda tenderse la ropa en ellos.
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