Que la Tierra pertenece al Viento era cosa que ya se sabía desde que comenzaron a colocar molinillos eólicos hasta debajo de las camas. Otra cosa es decirlo y ponerse a hacer el “indio”…
Para esta hora usted ya habrá asistido, o estará preparándose para asistir a algún tipo de acto benéfico, guión, solidario, y si no, mal andamos. No, no son las cenas de empresas, no, sino uno de esos actos que proliferan en estas fechas y que vienen a sustituir formalmente los actos de caridad que antes se promovían desde los púlpitos, igualito que esos pero solo que en lugar de los párrocos ahora los anuncia Susanna Griso o el concejal de turno de cualquier pueblo. Pero igualitos, oiga, y la cara de despistados, la misma. Ya habrá hecho sus cuentas y retirado un dinerillo o unas ropas o latas viejas para los más necesitados, generalmente ni de dinerillos ni de ropas o latas viejas, pero eso es problema de ellos porque si además ha sido usted listo, habrá desgravado con ello, ya sea ante el fisco o ante la moral de su almohada y mientras se esté comiendo una centola de dieciséis patas, al ver a un niño comido de moscas podrá decir con orgullo “ese trozo de pan duro que tardará tres días en poder masticar, ese, salió de mi solidaridad”.
Así que vaya y participe en alguno de esos actos, y si tiene suerte hasta saldrá en la foto. No sea malo ni insolidario y acuda, entregue, de la vara, hágase un adalid de las causas más nobles por Navidad. Ellos se lo agradecerán…y si no lo hacen que se jodan el próximo año. ¿Qué quienes son ellos? Pues esas personas a las que nunca conoceremos ni veremos, ahí está la gracia, no vaya usted a perder el tiempo tratando de ayudar a Fulanito o Menganito porque son unos capullos y tal vez solo necesiten que alguien les diga que son unos capullos, no por decirles capullos, sino porque alguien les digo algo, lo que sea, que recuerden cómo era la voz humana. Ni mucho menos ayudar a aquellos otros, ¡esos nada menos! con los que nos llevamos mal, un vecino, un amigo un qué sé yo, alguien con quien restañar una herida, un malentendido, algo. No, usted dé a los negritos que viven a pico mil kilómetros de casa, a los moritos por Navidad, a los enfermos, vaya y déles un juguete, una cocacola, una bufanda, pero a “ese”, vamos, a “ese” que vemos todos los días, a “ese” ni los buenos días, qué se habrá creído.
Así que venga, a solidarizarse con todo lo que se menea y que quede bien claro, alto y claro, clarísimo, que usted lo ha hecho, que ha sellado la cartilla, que sí, que lo sepamos, que ha sido usted, que sí, mujer, que sí, que ya sí, que ya los sabemos.
¡Ah! Y del nacimiento del Hijo de Dios en Belén ni una palabra para no ofender, que luego no hay psiquiatra para atender a tanto “ofendido”.
Para esta hora usted ya habrá asistido, o estará preparándose para asistir a algún tipo de acto benéfico, guión, solidario, y si no, mal andamos. No, no son las cenas de empresas, no, sino uno de esos actos que proliferan en estas fechas y que vienen a sustituir formalmente los actos de caridad que antes se promovían desde los púlpitos, igualito que esos pero solo que en lugar de los párrocos ahora los anuncia Susanna Griso o el concejal de turno de cualquier pueblo. Pero igualitos, oiga, y la cara de despistados, la misma. Ya habrá hecho sus cuentas y retirado un dinerillo o unas ropas o latas viejas para los más necesitados, generalmente ni de dinerillos ni de ropas o latas viejas, pero eso es problema de ellos porque si además ha sido usted listo, habrá desgravado con ello, ya sea ante el fisco o ante la moral de su almohada y mientras se esté comiendo una centola de dieciséis patas, al ver a un niño comido de moscas podrá decir con orgullo “ese trozo de pan duro que tardará tres días en poder masticar, ese, salió de mi solidaridad”.
Así que vaya y participe en alguno de esos actos, y si tiene suerte hasta saldrá en la foto. No sea malo ni insolidario y acuda, entregue, de la vara, hágase un adalid de las causas más nobles por Navidad. Ellos se lo agradecerán…y si no lo hacen que se jodan el próximo año. ¿Qué quienes son ellos? Pues esas personas a las que nunca conoceremos ni veremos, ahí está la gracia, no vaya usted a perder el tiempo tratando de ayudar a Fulanito o Menganito porque son unos capullos y tal vez solo necesiten que alguien les diga que son unos capullos, no por decirles capullos, sino porque alguien les digo algo, lo que sea, que recuerden cómo era la voz humana. Ni mucho menos ayudar a aquellos otros, ¡esos nada menos! con los que nos llevamos mal, un vecino, un amigo un qué sé yo, alguien con quien restañar una herida, un malentendido, algo. No, usted dé a los negritos que viven a pico mil kilómetros de casa, a los moritos por Navidad, a los enfermos, vaya y déles un juguete, una cocacola, una bufanda, pero a “ese”, vamos, a “ese” que vemos todos los días, a “ese” ni los buenos días, qué se habrá creído.
Así que venga, a solidarizarse con todo lo que se menea y que quede bien claro, alto y claro, clarísimo, que usted lo ha hecho, que ha sellado la cartilla, que sí, que lo sepamos, que ha sido usted, que sí, mujer, que sí, que ya sí, que ya los sabemos.
¡Ah! Y del nacimiento del Hijo de Dios en Belén ni una palabra para no ofender, que luego no hay psiquiatra para atender a tanto “ofendido”.
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