Dos mil años largos y anchos de cristiana tradición no han conseguido lo que un par de flashes, pim, pam, han logrado desde Raxoi: que creamos. ¿En los Reyes Magos? No, en las Carteras Reales. Y es que tras más de dos decenios de gobierno socialista y nacionalista, y después de medio año de mandato popular se ha demostrado tan científica como empíricamente que gobernar Santiago no es cuestión de técnica, habilidad o conocimiento, sino de (más o menos) orujo en los despachos, dicho sea con permiso del licor de cerezas. Por ello no podemos por menos que congraciarnos con estas postales navideñas que nos devuelven la fe, si no en la política, si al menos en Barrio Sésamo. Fíjese usted bien en la fotografía, facilitada por el Concello y tomada frente al Portal de Belén sito en el Obradoiro (para información de forasteros y revolucionarios ateos de ocho a tres) y diga si no es para descubrirse. Ahí está, es María Pardo con todas las letras y lentejuelas, con los grandes ojos con que nos adorna cada mañana, ojos que más que mirarlos nos invitan al asedio y a tomarlos al asalto. Y ¿qué hace? Eso no lo sabemos, pero tampoco debe importarnos. Comprenderá usted la banalidad de nuestras vidas después de haber visto al alcalde bailando y montado en el tiovivo, después de escuchar a Reyes Leis (sic) explicando al parecer cosas, después de atender las razones de Rubén Cela y después de que Sánchez Bugallo anunciara que les llevaría a todos ante la fiscalía anticorrupción. ¿Qué nos importa nada después de ver esta foto? ¿Qué nos importa que Pardo, vestida como una Betsabé de guardia mañana nos multe por un rótulo mal avenido? ¿Qué nos debe importar si esta María la próxima semana nos cruje por unos plazos que olvidamos atender, precisamente, por amnesia sufrida tras verla? ¿Qué nos importa si nos incauta la cuenta corriente y doliente si después de esta foto ya teníamos embargado hasta el aliento? Consciente de sus capacidades, solo una cosa y a falta de mejores expectativas pedíamos antes de las elecciones al gobierno municipal que entrara o repitiera: que no nos aburriera. Y lo está consiguiendo.
Es hora pues, de proclamar nuestros sueños, de escribir la carta con nuestros deseos y, de su mano, que nos diga dónde tiene su buzón para introducirla. Con acuse de recibo, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario