Por Ana Ulla
Del mismo modo que existen noticias que acaban
convirtiéndose en serpientes o culebrones de verano, otras no pasan de
lombrices, de solitarias o tenias. Abel Caballero es uno de esos casos,
antropológicamente hablando. Acaso por confundir los ríos de tinta con los de
tinte, del capilar, la intoxicación estival le lleva en ocasiones a soñar con
Gibraltares donde solo hay molinos, un Caballero que ha querido contar con sus
propios titulares que le saquen de la suplencia informativa y, como los buenos
perdedores, apostar por caballo ganador cuando la carrera ya ha acabado.
Un clásico del estío, digamos, como es el arremeter contra
Santiago, su aeropuerto, su capitalidad y, si no comienza pronto la Liga de
fútbol, hasta contra Zapatones. Este celta corto, muy corto sabe muy bien lo
que dice, más que nada porque no hace otra cosa que repetirse, como el ajo, y
clama y reclama porque la Xunta en su insondable misericordia entrega a Vigo
tanto como a Compostela ya sea en vuelos o en rasantes, en aterrizajes o en
capitalidades. Que de transporte sabe bien el regidor tintado, a la sazón
Ministro de Transporte en tiempos de Felipe González, para pasar luego
presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo y de ahí, que el ser humano es
evolución, a encargarse hoy de regular los semáforos en su ciudad. Ministro sí,
y compañero de partido y de ejecutivo de Almunia, que ya no le es grato, aunque
a él le de la risa cuando hablan de declararle a él como tampoco grato, o menos
aún, con alevosía y nocturnidad que de noche, ya se sabe, todos los non gratos
son pardos.
Y es que no, no podemos compartir la intención del
mandatario compostelano de non gratearle, que declarar persona non grata a tan
gentil caballero sería hacer de Caín con Abel, que entre hermanos de madre
patria sería como hacer el primo o la suegra. Acertaría más Currás en ofrecerle
un concierto o una gira por la ciudad a modo de monologuista, o incluso designarle
pregonero para las próximas fiestas ahora que tan necesitados estamos de
carcajadas.
Será el calor, la falta de hierro o un exceso a la hora
escucharse a sí mismo, pero creemos que Abel Caballero merece un hueco en la
historia reciente de Galicia, un reconocimiento a su benemérita lucha por la
ciudad que no lo vio nacer. No parece justo que quien tanto se preocupa por los
suyos acabe sus tardes como personaje de cachondeo tabernero. No en vano la
ciudadanía, siempre sabia, se negó en redondo y cuadrado a que fuese presidente
de la Xunta sabedora que su destino político debía ser otro, un destino como
lema olímpico, más alto, más fuerte y, a ser posible, más lejos. Abel Caballero
nos ha hecho ver todo cuanto Santiago tiene y de lo que carece Vigo. Abel
Caballero es en la actualidad, posiblemente, el mejor alcalde que tiene
Santiago. No estaría bien declararle persona non grata.
Con declararle persona
sería suficiente.
Y poco más.
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