Transcurridos los preceptivos días de reposo, hoy se nos vuelve a informar, en este caso por El País, que en el Concello de Santiago existe una fractura entre los miembros del gobierno municipal, una división que enfrenta a los concejales populares en dos bandos irreconciliables. Lo llamativo es que no se informa a propósito de nada en realidad, ni es por asunto concreto alguno en apariencia, más bien parece se por querer recordarlo, suponemos, o para que “alguien” no se olvide que se sabe. A saber. Porque la información es calcada a la anterior en el tiempo, y esta a su vez a su anterior, y esa reproducida casi literalmente en otros medios. Y así.
Pero no por cansinas e indolentes para el ciudadano, que ni tenemos intereses declarados ni subterráneos en esos tiras y aflojan, dejan estas cosas de tener su aquél si nos ponemos a bucear en el tema. Poco nos interesa que anden divididos, vayan de la mano a misa de ocho o hagan orgías en grupo cada mañana, lo curioso del asunto es la voluntad nada sutil y casi infantil de la ‘noticia’ de insistirnos en ver que en el gobierno municipal hay “buenos” y “malos”, aunque sin aclarar en exceso qué debe entenderse por tal, y siempre a cuenta de un Conde Roa a modo de cadáver político que nadie desea velar. Pero, claro está, los “buenos” para unos siempre son los “malos” para los otros en ese vaivén del muerto, lo que nos lleva a recordar por la experiencia en asuntos similares que esta división, real o no, es cosa que interesa a la oposición solo indirectamente, pues el beneficiario último siempre es en estos asuntos un tercer sector en los partidos, sector que aprovecha a esa oposición y a sus altavoces, en amigable componenda simbiótica, para acabar con “malos” y “buenos”. No cabe otra explicación ante ese interés en fomentar, información y noticiones mediante, acerca de la idea de la división. Por mucho que exista. Por mucho que a los ciudadanos no nos importe en absoluto.
Allá ellos, los divididos, si les gusta ese juego, allá si prefieren ese pulso, allá si no miran debajo de sus faldas, allá si prefieren seguir divididos o en comandita, o aunarse frente a un enemigo común que demuestra que ni su partido ni su ciudad le importa un comino. Nosotros solo pedimos un favor: que la próxima vez que se nos hable de este asunto al menos sean originales a la hora de dar la información. Ya canta, y cansa, el cómo, el cuándo y el quién.
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