viernes, 17 de febrero de 2012

La Vengancita

Pocos espectáculos más hilarantes pueden presenciarse hoy día que el de las vengancitas, también conocida como represalitas. Se trata, para qué extendernos en cosa ya conocida, de aquellos arrebatitos que le da al ofendidito para que el ofensor pague, en carne propia, el orgullito y el honorcito afrentadito. Es regla común entre espirititos de pequeñitas palabritas y gran bocaza que el ofensor muera, décadas después, sin haber tenido conocimiento no solo de la vengancita de los ofendiditos, sino de la mismita ofensita, pero no siempre ocurre así: a veces algún conocido, jocoso y amigo de sonoros cachondeos, le avisa para que asista al bochornosito espectaculito de los ofendiditos clamando a los cielitos los fueguitos de la ira, la irita, al gritito de “ahora se va a enterar”, hablándole, se supone, a ese gran ofensor que no puede quedar sin su penita. Las vengancitas no suelen descansar hasta que alcanzan su objetivito, meta e incansable trajín que por lo general nadie más conoce salvo el vengadorcito, el cual por su condición de enanito moral, ante la descomunal ofensita suele dar la calladita por respuestita, incapacitadito como está de dirigirse al gran ofensor y hablarle a la cara no sea que la gran ofensita en realidad sea cierta, que lo dicho por el ofensor sea verdad, por lo que además de hacer el ridiculito si la ofensita es conocida, quede como tontito. La calladita por respuestita y no dar la carita o mirar a los ojos porque hacer eso, para actuar como un hombre de verdad y no de opereta, el ofendidito en lugar de pergeñar vengancitas debiera tenerlos bien puestos, pero hete aquí que para actuar con huevos primero hay que tenerlos y, en el caso de las vengancitas, ni se tienen ni se les espera. ¡Qué desgraciadito hay que ser! Peor aún, qué aburrimiento de vengancitas…!
No muy distinto de lo contado ha sido lo recientemente disfrutado con la gran hazañita de justicita histórica que los jovencitos del bloquecito (antes Bloque) escenificaron en el acto de recuerdo a Fraga, echando en a cara a los familiares del finado un argumento tan cierto y veraz como incontestable: ¿a que jode usar métodos fascistas?
Eso sí, antes se aseguraron que el muerto estaba muerto y bien muerto y enterrado, no sea que…

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