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¿Una de las pruebas aportadas al proceso? |
La imputación pokémica de
Rebeca Domínguez, incluyendo la de
sus ojos increíbles que es como imputar a los atardeceres, ha cogido a (casi)
todos por sorpresa. A nosotros no, claro, pero nobleza obligaba, qué le vamos a
hacer. De mantenerse su imputación tras declarar el día veinte, Rebeca
demostrará que pertenece a una novísima casta de políticos, esos que no
necesitan mantenerse en el puesto mucho tiempo para corromperse sino que vienen
corrompidos de casa. A la hija “política” de Conde Roa le menguan los gigantes y
que, convertidos en enanos, comienzan a crecerles. Poco ha aprendido de la política
la bravina Domínguez porque en lugar de corromperse allende las lindes donde el
robo y el engaño son señal de aristocracia, desde las estepas rusas a los
arrozales chinos y luego presentarse con aires aristocráticos de empresaria
emprendedora, parece que ha preferido enfangarse en lo conocido y cotidiano, entre
el hórreo y la boina gallega. Al parecer, pues poco se sabe aínda, todo arranca
de cierta adjudicación de una escuela en Salgueiriños y ella, con apenas unos
meses en el cargo, ya ha metido su mano de solista de piano. Eso se llama
aprovechar el tiempo. Pronto sabremos en qué depara la cosa y, para el caso,
duro, durísimo con ella, sin piedad ni compasión política, que pague el
intentar aprovecharse de lo ajeno cuando tantos llevan esperando años para hacerlo,
sufriendo al ver cómo una jovenzuela que, ¡ni siquiera habla bien gallego! les adelanta
por la derecha según se va al cielo de las adjudicaciones. Que la magistrada
cumpla su papel y haga justicia, el ser la única jueza en Galicia que es mismo al
tiempo la mejor y la peor del mundo, según el color de quien a impute, la
obliga a ello.
Mientras, en la calle, el mito Rebeca sigue creciendo por
esas cosas del arcano humano. Recordarla como se la recuerda y además saberla corrupta
y perversa solo servirá para agrandar su corta leyenda…¿o no?
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