Por Sylvia Vaamonde
Célebre es la anécdota del general y presidente Eisenhower
cuando rechazó el nombramiento de un asesor por ser fiel lector de “El Arte de
la Guerra” de Sun Tzu. Algo escandalizados, desde su gabinete le recordaron al
mandatario que el más que centenario libro era referencia obligada tanto en
academias militares como el mundo empresarial moderno. “Por eso mismo, apuntó
Ike, si todos lo leen los tendremos controlados. Desde militares pusilánimes o
universitarios pretenciosos a empresarios ineptos, quien sea capaz de guiarse
por las simplezas de ese libro no solo demuestra su escasa valía, sino que serán
presas fáciles de cualquiera que tenga una pizca de ingenio. ¿O cómo cree que
vencimos a los alemanes? Porque sabíamos que seguían sus enseñanzas, e igual
haremos en economía. Fomentadlo, buscad luego a sus lectores y manipuladlos, será
muy sencillo. Confiar en alguien que presume de su lectura es como confiar las
llaves de Fort Knox a Capone…” para explicar seguidamente, como gran conocedor
de libro, su personal y muy clarificadora visión sobre este y la estulticia de sus
seguidores.
Ha sido precisamente al hilo de estos comentarios como
parece haberse desarrollado la mayéutica nacionalista gallega, la Asamblea
Nacional do BNG de este fin de semana. La sombra de AGE es alargada y cuando a
punto está de opacar la bloquista, las soluciones que se plantean deben ser
radicales. Así se han expuesto en tan magna reunión celebrada a este fin,
reunión en la que se ha debatido de todo lo divino e inhumano, pero que por la parte
que nos toca, debemos destacar la propuesta firmada por nuestro compostelano
concejal Rafa Vilar. Sin desperdicio.
El planteamiento es sencillo, achaca a los medios de
comunicación la mala imagen, peor prensa y despiadado seguimiento que del
Bloque se hace en los medios de comunicación. ¿Solución? Nacionalizarlos. Radical,
puede ser, pero efectivo. Y algo que parezca nuevo hay que decir, lo que sea.
Los movimientos sociales contestatarios son, en última instancia, votos, y ahí
hay que estar, que no se los lleve otro. Nacionalizar infraestructuras públicas
esenciales como la comunicación, para informar de un modo más ajustado a la
realidad. Lo cierto es que la iniciativa es difícil, se supone, que prospere
más por razones de higiene social que por convicción, y a pesar de cuantas
críticas se le puedan hacer tal vez la peor sea la más evidente y demoledora,
la falta de originalidad. La idea no solo es antigua sino que su éxito ha sido
evidente allá donde se ha probado, de la Alemania de Hitler a la España de
Fraga, la antigua y la moderna.
Del paraíso del proletariado al edén de los suplementos
dominicales. ¿Quién da más por menos? ¿Y al revés? Si ya lo decía el chino Sun
Tzu…
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