jueves, 30 de mayo de 2013

Pokémon llama a la puerta del Psoe de Santiago: ¿de la "Pax Bugalla" a la hydra de Conde Roa?


 Por Sylvia Vaamonde

Es la práctica, la costumbre o generalmente la desidia, la que lleva al pleonasmo. Cuando La Voz de Galicia informa hoy acerca de la investigación judicial sobre una posible financiación irregular del PSOE compostelano a través de cierto entramado empresarial, es hora de preguntarnos si es que, en tales circunstancias, es lícito hablar de regular o legítimo cuando nos referimos a un partido. Francisco Reyes, cada vez más portavoz de sí mismo, ya se adelantó a decir al respecto que todo se hizo “de modo correcto”. Pudo decir legal, pero dijo correcto, que es otra cosa.
Resulta imposible olvidar lo que en cierta ocasión llamé la “Pax Bugalla”, esa ciudad llamada Santiago convertida en una balsa de aceite. O una montebalsa, dicen otros. Años en los que la forma de hacer política consistía en llevarse bien con todos, huir de cualquier conato de crispación, una suerte de paraíso. ¿Recuerdan?
Fueron años de febril actividad pseudoeconómica, de urbanismo sostenido, que no sostenible, de grandes zonas urbanizadas que todavía hoy siguen vacías. Años en los que las imputaciones de los miembros del Concello había que buscarlas con microscopio en las páginas pares más profundas de periódicos de fuera por más que ahora las hemerotecas, que las carga el diablo, destilen el aroma de los cadáveres en los armarios. Años en los que, alguien aseguró, el alcalde tenía fotografías enmarcadas hechas por varios periódicos y que colocaba unas o otras según quién le entrevistaba para darles a entender su ‘cariño’ y seguimiento a ese medio (esto es solo una leyenda que yo no me creo).
Años en los que tocaba ser grandes políticos y mejores personas, cuando los grandes problemas todavía cabían en párkines subterráneos a falta de vehículos con los que llenarlos.
Años, en fin, en los que el bugallismo era un estado social. Tan idílico que incluso ahora resulta grosero, de mal gusto, investigarlo, poner en duda su honorabilidad.
Pero ha ocurrido, qué le vamos a hacer, y sobre la mesa o el diván se ha puesto el nombre que nunca ha dejado de sonar desde que aquel día de Diciembre llamaran a la concejala Domínguez: el nombre de Bernardino Rama.
Ahora es el momento en el que aquellos que se preguntan cómo es posible que una investigación judicial que arrancó antes de la llegada al poder de los populares en Santiago ya supiera o intuyera que estos iban a corromperse en cuestión de semanas. Es la hora de aquellos que se preguntan, puede que incluso con razón, acerca de la incorruptibilidad de  Bernardino Rama y de su familia, la misma que, dicen, trabaja en esas áreas de donde ha salido, y sigue saliendo, la información que ha llevado a las imputaciones populares.
Es la hora, en fin, de quienes no esperaban que la jueza investigara más allá de la información que se le proporcionaba y, como indica La Voz, escuchando por su cuenta se encontrara con este supuesto caso de posible financiación irregular en el que, sinceramente, no confío. Vuelve a decir Francisco Reyes que este asunto es la enésima cortina de humo del Pp para tapar sus vergüenzas, pero en realidad obvia que ni en el Pp sabían que la jueza estaba investigado aquello de lo que ha salido esto.
La irregularidad en aquellos años era otra, ni siquiera ilegal, pero existía, o se estaba con quienes aplaudían a Bugallo con razón o sin ella, o no se estaba. En todos los sentidos, bien lo sabemos aquí.
Eran aquellos los años de bonanza de la Pax Bugalla, cuando se intentó vender el Partido Popular al peso al propio PSOE. Conde Roa era el problema que, aunque resultó ser lo que resultó ser, en aquellos años era la única pieza que le faltaba a Bugallo para completar el círculo de poder compostelano, hacerse en la sombra con el Partido Popular, tener a su frente a alguien que, como ahora se sigue intentando, se conforme conuen le vayan bien los negocios y no le falten agarimos protocolarios.

Fueron esos años, en fin. Conde Roa era el problema. Ahora, como Hacienda, sois todos. Como una simpática matrioska rusa. Non si?

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