Por Sylvia Vaamonde
No es cuestión baladí
discutir si ha de quemarse la fachada mudéjar o gótica con ocasión de los
Fuegos del Apóstol. Sobre todo porque ya pocos saben, o poco importa, qué es
gótico o qué mudéjar. O incluso qué es eso de baladí.
Pero es útil discutir
sobre el tema si con ello, sencillamente, se discute, que es cosa mala para el
calor, o la caló, pero bueno para el espíritu guerrero y revolucionario.
Y discutirse se ha
discutido, que nunca falta un tonto para una tonta, ahora que el osado Adrián
Varela ha decidido pagar de su bolsillo, el que le estamos llenando, su defensa
jurídica para que no haya quien se lo reproche ni mucho menos le llame inmoral,
al menos mientras llamar inmoral salga gratis para algunos.
¿Pero qué decir
entonces de la quema de la fachada?
Pues que si ha de ser
esta o aquella, o la de las tres o las cuatro dimensiones, si mudéjar o
cubista, si se quema o se simula o si hay fuegos bastantes artificiales, no es
más que el trasunto a día de hoy de aquel excepcional entremés de Miguel de Cervantes que
se dio en titular
“El Retablo de las Maravillas”.
¿Conoce usted a
alguien que haya estado de privilegiado espectador en los balcones de Raxoi y,
¡por supuesto! se haya fotografiado con algún/a famosote/a con vistas a la
Plaza del Obradoiro? Sí, todos conocemos a alguno y, al evocarlo, no podemos
por menos que recordar aquellos deliciosos pasajes cervantinos, aquellas las
reflexiones sobre el Retablo de las Maravillas y, bajo esta canícula, bajo este
sol de injusticia, sonreírnos al poner cara, y voz, a los personajes de aquel
entremés.
¿Mudéjar? ¿Gótica?
¿Tradición?
Que nos lo diga
Cervantes….
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