Por Ana Ulla
En el último reducto donde habitan las personas, esto es,
quienes aún no han sido estabulados en
alguno de los existentes rebaños donde
se reparte ‘pienso’ a la gente, a la mayoría social, la veciñanza, los de abajo, el pueblo y cien razas más, causa no poca hilaridad el que haya políticos como el Alcalde de Santiago que hablen de poderes fácticos y sean capaces de aguantar la risa. No porque los critique, sino porque sea él, precisamente él, quien los ponga como ejemplo de nada. Conocida por su trayectoria es el valor político de su palabra, navegante de cien mares en cien barcos que trocó por honra. Ahora, en una vuelta más de tuerka, anda a resultas con la unidad popular gallega cara a las elecciones generales, vuelta de tortilla en la que se erige como paladín a la caza de un buen retiro para generales y cabos sueltos.
Pero cuando todo estaba preparado, dispuesto, se encuentra
con un camino delante de la piedra, la negativa del BNG a bailar su música. No
al revés, como sería lo lógico, sino que critica a los del Bloque calificándolos
de obstáculo a esa unidad. Sorprendido debe estar el Alcalde al comprobar que
su puñalada trapera y por la espalda no mató a la madre que lo parió para la
política, y ahora se dispone al descabello en esta nueva aventura estatal,
descabellada iniciativa para la vuelta al ruedo de su ‘maestro’. Enrocado, el
antaño poderoso partido nacionalista se niega a diluirse en el bálsamo de
Noriega y desaparecer en la bruma del humo que vende como gallego por los siete
costados sin peajes estatales, dice el hombre de las treinta caras, callando el
diezmo que ha venido pagando a Izquierda Unida y ahora a Podemos. Y así los tacha
de inamovibles, tercos, rocosos, calificativos que hace años eran, incluso para
él, sinónimo de principios inamovibles y hoy pegas a su juego de tronados. Y es
que mal que bien, se quiera ver o no, el BNG ha sido el único partido que en la
pasada legislatura supo mantenerse casi intacto a pesar de las convulsiones que
trajo consigo un tornado de corrupción que apenas ha dejado cabeza con títere
(¡cómo olvidar Santiago!). Una fortaleza a pesar de todo que más allá de
ideologías logró que se mirara al Bloque con cierto respeto, cuando no
admiración, alejado como supo mantenerse de la actividad judicial y el
oscurantismo de la corrupción caciquil. Un respeto bien ganado al que ahora
Noriega pone precio.
Puede que estemos ante la última gran batalla del BNG, la
que puede acabar de matarlo como desea Noriega o fortalecerlo, pues su único
patrimonio es ahora mismo la honra y cierto grado de dignidad ganado a pulso,
algo que su anterior dirigente hace años que olvidó incluso cómo se pronuncia.
Pero la tentación es fuerte y la posibilidad de ganar influencia, escaños y,
por qué no, más dinero, son argumentos suficientes para hacer temblar las
murallas hasta ahora resistentes pero muy castigadas del Bloque. La oferta está
sobre el diván, las cartas marcadas y la ruleta rodando. En su mano está aceptar la oferta y entregarse como una
fulana con traje nuevo por un plato de lentejuelas.
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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