Por Lupe Castiñeiras
El número de la gente era de ciento noventa y tres. Ninguno
tuvo oportunidad de tener ninguna oportunidad. Ninguno tuvo la oportunidad de
luchar por la libertad, la democracia, las causas más justas y nobles, solo pertenecían
al bando de los inocentes. No eran de nadie pero todos somos de ellos. Murieron
en el silencio que sigue a los estruendos. Sin más.
Esta semana han vuelto a morir en Santiago rodeados del
desprecio del ahogo de nuestros políticos. Ni un instante público, ni un
recuerdo, ni un gesto. Han vuelto a morir despiezados en mil olvidos callados.
No tuvieron otra oportunidad de ser dignos de quienes deben recordarlos. Solo
eran inocentes, no eran de nadie, militaban en el bando de la gente que es
verdad. Su grito, su recuerdo, molesta porque nos llama a todos por nuestros
nombres y no por nuestras ideas.
Esta semana el Concello, su gobierno, su Alcalde Martiño
Noriega ha vuelto a acallar esa voz de los inocentes escupiendo sobre sus
sepulturas. Solo eran paisanos, compatriotas, inocentes. Gente. Pero a sus ojos
no son dignos de ser recordados. Porque no son d enadie, sino que todos somos
ellos.
Vergüenza. Hipocresía. Asco.
“Él no deseaba tributos ni cantos. Ni monumentos, ni poemas
de guerra y valor. Su deseo fue simple. Recuérdennos me dijo. Esa era su
esperanza” (Los 300)
"....yo no te conozco/
y ya te echaba de menos...."
Lupe Castiñeiras: lampreasyboquerones@gmail.com
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