Por Ana Ulla

Todo puede esperar en Santiago, pero no el dinero para su señora,
que para eso fue más de cinco años vicepresidenta de la señera asociación de
escritores en lengua gallega hasta la llegada de su maromo a la alcaldía,
momento en el que la máquina registradora volvió a sonreírle en forma de nuevos
emolumentos subvenciónales para esta otra asociación, del tipo nominativo, a
dedo para entendernos. Tal vez será que no entendemos qué es eso de la cultura,
pero por si había dudas llega el Día de la Mujer y el Concello llama a rebato a
librerías y editoriales de Santiago, no a todas, solo a unas, seleccionadas sin
saber criterios públicos, apenas cinco, entre las que se encuentra, casualidad
o no, la de su señora, todas editoriales compostelanas excepto una domiciliada,
así es la vida, en A Coruña, la de su señora. Porque los artistas son muy así
para sus cosas, lo importante es que te metan hasta en la sopa para que mojes
pan, y no importa si es la sopa boba o una de letras. Bastardillas a ser
posible.
Si lo hizo una vez y no pasó nada, pues sigámoslo intentando,
como Manuel Dios, Manolo el del Bombo, con las subvenciones que entrega a la benemérita
asociación que fundó y de cuya directiva forma parte, que tanto le ayuda a justificar
su integridad moral para risa de los convecinos.
Ya lo ven, el señor Alcalde regenerando la vida municipal mediante
el sistema nunca visto de favorecer económicamente a la empresa de su señora.
Se puede decir de otras maneras, pero tal es la realidad. Atrás quedaron los
tiempos en que se imputaba a los concejales por estornudar, los tiempos de mil
plataformas, de podredumbre y regalos, cuando te enjuiciaban por poner mesas en
la calle o construir parques infantiles para que los niños torpones se
destripasen. Hoy el Alcalde favorece, digamos que indirectamente, a su señora,
y todos a reír o no salen en la foto. Y mientras, los demás concejales callan. Y
autorizan pagos, allá ellos. Aunque viéndolo desde otra perspectiva, esas
prácticas solo muestran que hemos recuperado la normalidad institucional, lo
que Sánchez Bugallo llamó ‘corrupción de baja intensidad’ porque no hace daño a
nadie. Así será.
Quizá muchas nos hemos equivocado y lo que creíamos nueva
política es solo la antigua aunque con nueva encuadernación en ediciones
revisadas y anotadas. Pero la misma historia en el fondo.
No sabemos si las mujeres de los césares han de parecer honradas
además de serlo. Solo sabemos que en Santiago, para las de los caciques es como
si oyeran abejas, o zánganos, zumbar.
Ana Ulla: lampreasyboquerones@gmail.com
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