Publicado en SANTIAGOSIETE el 7 de Diciembre de 2007
¿A nadie le extraña que venga un chino a Galicia para crear la mayor instalación de energía solar de Europa? Será muy listo este señor tan oriental, pero de geografía anda algo justito o nadie le ha contado que estamos en la región española con menos horas de luz solar al año, bisiestos incluidos. Y es que aunque siempre es bienvenida una nueva inversión en esta tierra, qué sensación tan curiosa provoca semejante ocurrencia, algo así como construir un puerto de mar en Toledo, de manera que supondremos que existen estudios técnicos que avalan esta peregrina idea y no sea todo un rollito de primavera en otoño. Esperemos que al final la iniciativa dé sus frutos y no nos quedemos como guerreros de terracota si llegamos a saber cuánto ha costado convencer al señor Nan para este soleado proyecto, y que no haya problemas con los cambios de divisas, el redondeo y todo eso. Afirmó el empresario que tenía ganas de instalarse en Galicia, y quién no, así podrá disfrutar de su marisco, sus carnes y, sobre todo, de su unto. Para quienes algo sabemos de sol, esta iniciativa china provoca bastante “confuzión”.
Lo cierto es que mientras unos buscan inversores hasta en China, el Concello de Santiago ahuyenta a los consumidores de allende las rúas, penalizando a los automovilistas que no estén empadronados en Compostela y quieran venir aunque sea a alimentar al gallo del estanque. Hace unos días veíamos al Alcalde aleccionando a un grupo de escolares para que usaran el servicio público o la bicicleta en lugar del coche, actitud loable de no ser porque aquellos muchachos, por su edad, no podían conducir. Se entiende así que sea urgente el traspaso a la Comunidad de las competencias en tráfico, aunque parezcan términos contradictorios, y si prospera la iniciativa pronto oiremos hablar, y sufrir, las galemultas. La mejor manera de acabar con el problema del tráfico en nuestra ciudad no parece que sea prohibiéndolo. Como tampoco se ayuda al comercio local dificultando la llegada de foráneos compradores motorizados asustándolos con restricciones de aparcamiento. ‘Una O.R.A. más en Santiago’ no es un buen slogan ni turístico ni comercial, así que confiemos en que el Concello deje aparcado este disparate.
¿A nadie le extraña que venga un chino a Galicia para crear la mayor instalación de energía solar de Europa? Será muy listo este señor tan oriental, pero de geografía anda algo justito o nadie le ha contado que estamos en la región española con menos horas de luz solar al año, bisiestos incluidos. Y es que aunque siempre es bienvenida una nueva inversión en esta tierra, qué sensación tan curiosa provoca semejante ocurrencia, algo así como construir un puerto de mar en Toledo, de manera que supondremos que existen estudios técnicos que avalan esta peregrina idea y no sea todo un rollito de primavera en otoño. Esperemos que al final la iniciativa dé sus frutos y no nos quedemos como guerreros de terracota si llegamos a saber cuánto ha costado convencer al señor Nan para este soleado proyecto, y que no haya problemas con los cambios de divisas, el redondeo y todo eso. Afirmó el empresario que tenía ganas de instalarse en Galicia, y quién no, así podrá disfrutar de su marisco, sus carnes y, sobre todo, de su unto. Para quienes algo sabemos de sol, esta iniciativa china provoca bastante “confuzión”.
Lo cierto es que mientras unos buscan inversores hasta en China, el Concello de Santiago ahuyenta a los consumidores de allende las rúas, penalizando a los automovilistas que no estén empadronados en Compostela y quieran venir aunque sea a alimentar al gallo del estanque. Hace unos días veíamos al Alcalde aleccionando a un grupo de escolares para que usaran el servicio público o la bicicleta en lugar del coche, actitud loable de no ser porque aquellos muchachos, por su edad, no podían conducir. Se entiende así que sea urgente el traspaso a la Comunidad de las competencias en tráfico, aunque parezcan términos contradictorios, y si prospera la iniciativa pronto oiremos hablar, y sufrir, las galemultas. La mejor manera de acabar con el problema del tráfico en nuestra ciudad no parece que sea prohibiéndolo. Como tampoco se ayuda al comercio local dificultando la llegada de foráneos compradores motorizados asustándolos con restricciones de aparcamiento. ‘Una O.R.A. más en Santiago’ no es un buen slogan ni turístico ni comercial, así que confiemos en que el Concello deje aparcado este disparate.
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