O un millón, o medio, que solo es cosa de ponerse de acuerdo. Este tipo de cotizaciones empleadas a modo de índices de referencias ya han sido utilizadas con anterioridad aquí y allá pero su utilidad en determinadas situaciones coyunturales se muestra ampliamente práctica cuando de simplificar la información contable se trata. No implica pues la creación y puesta en circulación de la moneda física sino el empleo del término para la agilización y mejor comprensión de la actividad económica de la Xunta. Ya que al igual que aquellos cálculos escolares en los que se podía jugar con los ceros, anulándolos en la cuenta para insertarlos después o compensarlos al final en el cociente, con esta “moneda” cualquier interlocutor podrá prescindir de enojosos y no siempre bien sonantes guarismos y sustituirlos por algo tan entrañable y nuestro. No es lo mismo ponerse a hacer cuentas de varios ceros cuando estos pueden ser válidamente sustituidos por la unidad. Así se comprenderán mejor los presupuestos, de un despacho nuevo por ejemplo, si hablamos de diez o veinte Touriños, o el de cinco si de automóviles se trata, y en ese plan. Y lo mismo para saber de una tacada el precio del alquiler de escaños cada vez que se va a Madrid para cobrarlo a cambio de unos milloncejos, perdón, unos Touriños.
Qué tontería, ¿verdad?
Qué tontería, ¿verdad?
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