
Se trata de los Objetos Votantes No Identificados, esos que pueblan el cono sur americano con menos papeles que el burro de un gitano y a pesar de lo cual votan con la misma alegría y entusiasmo que usted, sí usted, el que sigue pagando la flota de Audis de cierto presidente de la Xunta cuyo nombre mejor omitimos.
Ahora, PP y BNG han exigido que esos votantes presenten en urna copia de algún documento de los llamados oficiales, léase DNI o Pasaporte, una estrambótica medida precisamente porque parece sacada del sentido común, ese animal mitológico. Esta petición, confirmada provisionalmente por la Junta Electoral, se ha encontrado con el escurridizo rechazo de un PSOE que apela a las dificultades técnicas de tal medida y, especialmente, a la inseguridad jurídica que supone cambiar lo que parecía haberse constituido en costumbre. Vamos, que en lugar de puchero para todos apenas van a tocar a unos pinchos por barba, especialmente la de Quintana.
Esa oposición socialista ha logrado cuando menos sembrar la duda y abonar la desconfianza de la limpieza electoral emigrante, y con ella pareciera que Touriño se ha retratado en foto de carné queriendo sin querer dar la razón a quienes sospechan del voto sudamericano del gallego. Con razón ha dicho Quintana que esto no es Tanzania, claro, ni las elecciones una merienda de negros, que el votar se va a acabar si no se establecen ciertas medidas básicas de control profiláctico que garanticen la veracidad de los resultados o, como dijo Feijoó, al menos dificulten el fraude, esa palabrita.
Esa es la papeleta, electoral, que le toca ahora resolver a la JEC y cuyo resultado conoceremos a vuelta de correo. No parece lógico que sea más difícil votar en Gran Hermano que en las autonómicas. Si lo que se pretende es maquillar los resultados nada mejor que inflarlos con ese bottox que, como delegados comerciales, reparten los agentes electorales.
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