domingo, 24 de julio de 2011

TAUROMAQUIA (III): Reapareció José Tomás

Reapareció entonces José Tomás rebosante de hematíes aztecas, a la orilla del Mediterráneo, naturalmente, el griego, el provenzal, catalán e ibérico done poder lavarse la sangre en aguas que han hecho de la libertad y la tolerancia un mar de todos, reapareció José Tomás pegado a un toro y, con él, todo lo demás.

No resulta fácil confesar que uno ha dedicado mucho tiempo, tal vez demasiado, a escuchar, aprender, razonar y comprender la práctica totalidad de los argumentos llamados antitaurinos para llegar a una agónica conclusión: pueden resumirse en dos o tres, contando el novedoso de contenido y orientación política, y entre todos ellos apenas dan para conformar una idea sensata que pueda considerarse como tal. Porque también en esto, o puede que más por razones subyacentes antropológicas latentes, el totalitarismo haya un buen caldo de cultivo y siendo sinceros, los tales argumentos, si además se desprenden de la demagogia que los reviste, no tienen sentido. O si…

Al fin y al cabo el toro es el único animal al que se le da la oportunidad de defenderse peleando, pero a quién le importa eso. Sólo la ignorancia puede justificar la crítica a la manera cuando lo que dramáticamente llaman tortura no son sino métodos para facilitar su defensa aumentando su capacidad, rendimiento y valor, pero a quién le importa eso.

Los toros no gustan porque dejan al descubierto la debilidad del hombre de hoy, de una sociedad en la que una mitad vive de lamerle el culo a la otra mitad por turnos, donde resulta casi perverso que ante la seguridad, el confort y el bienestar haya gente libre para la que ganarse el pan le lleve a matar con sus manos un animal como el toro. Ese valor avergüenza hoy día y debe ocultarse o desaparecer, cuando la mediocridad se hace arte en nuestras calles resulta doloroso ver a quienes en esa tesitura han de hacerlo cada vez mejor en cada corrida para seguir trabajando, las corridas de toros son odiadas porque están pensadas para hombres libres y valientes, el sentimiento taurino es despreciado porque desnuda la hipocresía de lo que es la vida y la muerte, los toros son temidos porque reflejan la personalidad apocada, pusilánime y egoísta de los tiempos que nos han tocado vivir.

Una cosa hay que pedir a quienes critican a los toros, que hagan por entenderlo desde sus orígenes más primitivos, su evolución y alcanzarán ciertas razones de su ser, de su porqué. Los demás lo hemos hecho, en silencio, sin demagogia ni intereses espureos. Parece que sería justo.

(Continuará…)

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