Por Raquel Martínez
Una de las cuestiones más acuciantes de la actual antropología lexicológica (sí, me lo acabo de inventar, y qué), es aquella que pone el acento en la volatibilidad de la decisión personal responsable. O lo que es lo mismo, quién te dice qué cuestiones las ha decidido una misma y cuáles, aunque parezca lo contrario, nos las han colado de matute. Lo contaba ayer mismo una amiga a propósito de cierto señor Tal que declaró cierta cosa. Decía ella:
- Nosotras, las mujeres, somos las que hemos de decidir por nosotras mismas, nadie puede venir a decidirnos lo que hemos de hacer.
- ¿Y si alguna decide, por sí misma, que al menos las palabras del señor Tal pueden tener al menos una parte de razón? Eso dijo la señora Cuál.
- En tal caso es que no ha decidido por sí misma, sino que le han impuesto esa idea. O, lo que es peor, ¡es una mujer que piensa como un hombre!
Callé, claro, pero solo un momento, la duda no se estaba quieta y acabó por saltar:
- ¿Por qué?
- ¿Ves? Solo esa pregunta demuestra lo que te estoy diciendo.
No lo comprendí, pero como era ella la que invitaba a la comida, la cortesía se impuso.
- Comprendo lo que me quieres decir,- respondió tras mojar pan integral en la salsa del churrasco- pero no hay más que ver las cosas para comprenderlo. Esos tíos tratan de imponernos una visión de la vida porque les interesa, para someternos, por eso les molesta tanto que decidamos nosotras. Verás….
En pocos minutos y pasándome por los hombros un abrazo ayuno de higiene, me hizo un listado de las cosas sobre las que decidíamos nosotras, y no solo cuáles sino cómo, cuándo, dónde y de qué modo.
- Y todo lo demás, es imposición. Si alguna vez tienes dudas, pregúntame, puedo ser como un tutor para ti, explicarte qué y en qué sentido es lo que debes decidir por ti misma y lo que no, para que nadie te arrebate tu libertad. Recuerda, si sobre las cuestiones que te he reseñado optas por las opciones que te he dado, entonces habrás decidido por ti misma, en caso contrario será fruto de una imposición. Aunque tú no lo sepas, será una imposición por esas cosas de la atávica reminiscencia.
Así quedó la cosa. Mi amiga, amiga de verdad, se metió entre pecho y espalda una colección de dulces delicias almibaradas lubricadas con café y adelgazante sacarina. Allí nos despedimos no sin antes recordarme que ella, como buena mujer, siempre está por la libertad.
-Pero no la que quieran imponernos. Decide por ti misma y, en caso de duda…
Me facilitó una colección de medios de comunicación, escritos y televisivos, de cuyas fuentes podría beber e informarme sin dudas acerca de cuál debía ser el sentido de mis decisiones para saber si había sabido elegir por mí misma….
No hay comentarios:
Publicar un comentario