Si alguna vez se ha preguntado usted cuánto cuesta la libertad, le diremos que poco más que un euro. Lo hemos aprendido hoy. Un euro, poco más, y a ser libres. Lo mismo para defender la Constitución que las ferias de las de churrasco y polbo.
¿Y cómo?
Comprando la edición impresa de un periódico. Así nos lo cuenta este lunes un columnista de El Correo Gallego, añadiendo con gracejo y guiño de teletienda que es incluso más barato si se suscribe y de paso puede utilizar una plataforma para leerlo donde quiera, de manera que si usted se queja será por vicio, caballero.
Es decir, si usted y miles como usted pagan ese euro, el periódico será libre. En caso contrario se verá sometido a lo que denomina el articulista la “esclavitud de la publicidad y las subvenciones”, de donde se deduce que en tal situación no podrá ser libre. Pero publicarse, seguirá publicándose, ¿no? Es de suponer. Pero ya no será libre. Seguirán ganando sus buenos dineros pero ya sin libertad por más que siga ganando cuartos. Pues ganar siempre gana y hacerlo en libertad es una opción que tenemos los compradores, que él siempre va a cobrar, ya sea del ciudadano o de la administración y patrocinadores. Para entendernos, que si queremos libertad la tenemos que pagar, y si no lo hacemos pues peor para nosotros, la de la libertad no es asunto que deba enturbiar las financias del rotativo. Ser libre para la publicación, según el planteamiento del columnista, es un mero plus. Entrañable, pero prescindible.
Y es que, opina el columnista, solo nos preocupa la libertad de prensa cuando hay algo que nos concierne, él sabrá las razones exactas de lo que quiere decir con eso, olvidándonos que es ella, la prensa, la encargada de “corregir la falta de rigor informativo que se extiende por internet”.
Bien está que se hable de libertad, de trabajo bien hecho, de compromisos éticos y hasta peripatéticos. Pero preocuparse por estas cuestiones sólo porque o cuando bajan las ventas es, cuanto menos, llamativo. ¿Qué ha ocurrido hasta ahora? ¿Esas cosas no importaban porque el ciudadano no tenía otra opción que comprar el periódico y se le endilgaba cualquier contenido?
Estas ideas no dejan sin embargo de sembrar ciertas dudas en el tendido. Por ejemplo, a día de hoy y puesto que desconocemos la situación financiera del periódico: ¿es esta columna fruto de la libertad o de esa esclavitud de publicidad y subvenciones? ¿Cómo podemos saber cuándo eso ocurre? ¿Nos avisarán en cada noticia o artículo de opinión con una marca que nos diga “escrito con libertad” o “parcialmente libre” o, mejor aún “un poco libre, solo la puntita”?
Lo dicho: ¡a un euro, oiga, a un eeeeeeuro! ¡libertad a un eeeeeuro! ¡me la quiiiiiiiiiitan de las manos!
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