Por Ana Ulla
“Lo que pasa en el Concello de Santiago no es normal”. Con
esta frase despachó ayer el benemérito Feijóo su valoración como estadista de
la operación Manga, derivada de la Pokémon, y aún hoy hay quien se pregunta si
la frase fue de elaboración propia o si se trataba de un discurso preparado (que
otra cosa no, pero en Santiago hay dos asesores por habitante, a cual más
ocurrente). Y así transcurrió la jornada, con los detenidos, los registros, las
respiraciones contenidas y las quinielas. Y el alcalde en los madriles.
Esta vuelta de tuerca a la corrupción en Compostela tiene,
sin embargo, tres lecturas nuevas.
Primero la irrupción del empresario Fuentes, otro que pasará
de ser el amigo de todos al maldito que todos juran no conocer, y sus
actividades que se remontan a tiempos de los bipartitos, un salto atrás en el
tiempo que está dando qué pensar, y temblar, a más de uno.
Segundo, que las tramas municipales ya no se centran solo en
el Concello, no es solo política, sino que a partir de él se extienden como
tentáculos a otros aspectos de la vida social y empresarial aunque sin perder
por ello su raigambre en los partidos.
Tercero, naturalmente, que en Santiago se vuelve a confundir
la necesidad de justicia y limpieza democrática con la venganza personal o el
resentimiento, que es una enfermedad del alma. Una vez más, todos lo
sabían…pero hasta que lleguen las detenciones hay que seguir acercando cada
cual su sardina al ascua de la corrupción. El dinero es el dinero.
Expuesto esto, soy de la opinión, muy personal, de que el
alcalde no debe dimitir…de momento. Ha de aprovechar sus últimos estertores
para, desde su puesto y con la autoridad, al menos legal, que ostenta, dar un
último golpe en la mesa y decir: hasta aquí hemos llegado. Tú, tú y tú, a la
puta calle, porque confié en vosotros y habéis fallado. Tú a la puta calle por
tonto y no enterarte. Tú, señor de la oposición, ahora vas a caer con todo el
equipo, igual que tu compañero por lo que tú y yo sabemos. Y vosotros, mis
compañeros de carné, id haciendo la maleta, se acabó urdir negocios con la
oposición a cambio de erosionar a quienes no os dejamos el pastel entero. Y tú,
debajo del puente. Y tú, a tu madriguera. Y tú….Que yo, como alcalde, aguantaré
mi vela porque es mi misión, hasta quedarme solo si es preciso.
Esta sería una posibilidad, remota pero atractiva, desplegar
su fuerza ejecutiva para en un último alarde de responsabilidad limpiar el
gallinero, a fondo, lo de todos. Y después, si ha sobrevivido a eso, dimitir
con el deber cumplido. Que nunca más pueda decirse en Santiago “eso lo sabíamos
todo, lo de fulanito con menganito, lo de este con aquel, y lo de todos con
todos, si aquí se funciona así”. En su mano está que Santiago vuelva a ser de
los ciudadanos o que continúe en poder de quienes se venden por un hueco en el
balcón para ver los Fuegos. ¡Que esto no es (todavía) Rusia!
AVISO IMPORTANTE: Aunque algunas son muy divertidas y otras
bastante sonrojantes, no publicaremos las fotos que no están enviando, sin duda
de carácter personal, de los detenidos ayer titulables “Dime con quien andas” ni
de sus adversarios políticos titulables “Pues mejor cállate tú”.
Informativamente no aportan nada y apestan. Ni siquiera por el morbo o por dar
que hablar. Por muy legales que sean (o no). No somos hienas. Quien pide
dignidad ha de demostrar antes que él la tiene.
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