jueves, 11 de abril de 2013

La polémica aeroportuaria gallega como negocio....


Por Marga Rial

Fue la ministra Pastor la que abrió la caja, cajita más bien, de los truenos al poner Lavacolla como ejemplo de gasto sobredimensionado. A partir de ahí todo ha sido dolor de muelas en los bolsillos y las billeteras. Santiago será posiblemente la ciudad española con mayor número de asociaciones, confederaciones, grupos de trabajo (¡), sinecuras turísticas y similares y sobre todo gentes entendidísimas en materia aeroportuaria. Y también la única ciudad, tal vez, que pretenda ordenar esa gestión desde los despachos y sus cifras y no desde la lógica turísitica.
Pero si hay algo que caracteriza a tanto gestor áulico es que por sus declaraciones ninguno de ello se ha visto en la tesitura de venir a Santiago por ocio, pues en tal caso comprenderían que la cuestión de venir, o no, no responde a la cuestión del cómo
sino del para qué.
¿Turismo a Santiago? Primero, cuando un turista desea visitar una ciudad, lo hace, da igual que haya o no aeropuerto o camino de barro, premisa esta que impera en cualquier punto del planeta. La existencia de buenas conexiones ayuda pero jamás ha sido determinante. Si se quiere venir, se viene, y atenta estará la autoridad aérea para facilitarlo….nunca al revés. No se conoce enclave turístico al que se viaje por el mero hecho de tener buenas conexiones o mejor aeropuerto.
Segundo, desde hace décadas el viajero (no confundir con turista) lo que realmente desea encontrar en su destino es, valga la paradoja, un destino, involucrarse en la vida del lugar al que llega, conocer sus gentes y sus costumbres, embeberse del lugar y, por por el contrario, el lugareño recibe al viajero con los brazos abiertos como quien trae algo nuevo de lo que aprender, nuevas costumbres, otras opiniones, otras formas de ver la vida. Por eso quien viene a Santiago, salvo el peregrino, pocas veces repite. Sencillamente, se aburre. Una población esquiva y huidiza y una hostelería dudosa a pie de calle no son su mejor carta de presentación ¿No es cierto que cuando recibimos visita solemos “sacarla” de Santiago, no llevarla a comer “como si fuera turista” lo mismo por razones de calidad como de flagrante economía? Nadie va a venir por una exposición, un concierto, una muestra como hay por cientos en cualquier otra ciudad. Se desea venir para ver lo auténtico y, qué le vamos a hacer, lo auténtico no existe en Compostela.  El viajero se aburre. Lo que ha venido a buscar en Santiago, que es Galicia, no está en Santiago. Y eso no hay aeropuerto que lo sustituya. El viajero sobrevive en Santiago, al cabo de unas horas se siente un extraño al que hay que “desplumar”.
Así que podrán seguir los grandes sesudos hablando de política aeroportuaria por los siglos de los siglos ignorando que la gran cuestión no es cómo venir a Santiago, sino para qué. Y eso no es una cuestión política, sino social. Ser como se es es lo que hay, ni mejor ni peor. Pero ha de ser el punto de partida para recibir visitantes. Si de verdad es lo que desea y no solo vivir del cuento de los avioncitos.


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