Por Sylvia Vaamonde
Una vez más, y van ni se sabe, los titulares han vuelto a llenarse
de imputados peperos compostelanos. Siete de una vez, como una buena tacada de
billar, siete como los magníficos pero con asistencia de abogado, siete como
siete soles con citación. Siete concejales
del gobierno municipal popular imputados, acusados de prevaricar. No nos cierra
la boca al reír mientras masticamos escándalos, y aplaudimos la persecución de
la corrupción por tierras, mares y brisas. Solo quedan tres sin imputar, dicen,
una de los cuales será difícil como no sea sorprendiéndola en algún transbordo
en algún aeropuerto.
“Da que pensar”, resumió la portavoz de los quinquis, María
Pardo. Y, esta vez, puede que tenga razón, la misma que aquellos que afirman
que no hay en el universo fuerza más poderosa que la determinación de una mujer
enfadada. Y la Pardo lo estaba. Y bella. Con ganas de irse a casa pero
quedándose, como en las malas canciones de amor, que me voy pero me quedo.
Cansancio es la palabra más repetida hoy, hartazgo y por
primera vez ese “Da que pensar”. Incluso los habituales montajes fotográficos
jocos reivindicativos avergonzarían a niños de primaria por simples.
Jurídicamente, las razones esgrimidas por Pardo son sólidas,
que no definitivas. El acto origen de la imputación tiene un precedente en el
mismo Concello, Bernardino Rama, y un colchón legal, la doctrina
jurisprudencial del supremo, en palabras tardías de Rubén Cela. Pero puede no
ser bastante ya que, o bien en aquel caso el acuerdo de Rama sí se ajustó a
derecho, o bien sin estarlo a nadie se le ocurrió presentar una denuncia contra
el edil cuya argumentación es la misma que está permitiendo a los imputados por
los ERE’s andaluces que la Junta les pague la defensa. Una cuestión, en
cualquier caso, controvertida doctrinalmente pero que nos hace preguntarnos, a
la vista de las reacciones, si es de verdad la legalidad lo que se busca. “Da
que pensar”.
¿Será cierto que hechos como este refuerzan el gobierno
municipal y atraen simpatías de propios, extraños y extrañados? Difícil aunque está
por ver, pero por primera vez esta frase hecha parece tener visos de
verosimilitud y no ser solo un epílogo para forofos. “Imputar a un político
municipal es la cosa más sencilla del mundo si lo único que se desea es buscar
la imputación”, dijo en día Sánchez Bugallo cuando le tocó a él salir a bailar
con las más feas, acuñando el término “imputaciones de baja intensidad” que,
por alguna extraña razón, solo consideraba aplicables a los miembros de su
grupo político, del mismo modo que de todos los imputados por la Pokémon es
Bernardino Rama el único perseguido por razones políticas, tan solo porque él
decidió que así fuera considerado.
La premisa para ser imputado es ‘haber hecho algo’, mal
naturalmente. Pasarse la jornada laboral de conciertos en inauguraciones,
calentar escaño o repartir pasquines no suele ser causa de imputación porque todavía
nadie denuncia la dejadez de funciones. La pobreza de las reacciones ante las
actuales imputaciones también “Da que pensar”, y como todas las cosas en exceso
puede ser contraproducente. Por eso, hoy, no pocos ciudadanos se preguntan si la
actuación de los jueces es un fin en sí mismo o de verdad el medio para reponer
la legalidad. Como todo exceso, hay quien se pregunta si judicializar cada
decisión política no es sino resultado de cierta impotencia, hay quien se
pregunta si en realidad solo se está buscando el daño por el daño, el titular
por el titular y acabar con un gobierno a cualquier precio aunque
colateralmente se dañe también a la ciudad. Se han escuchado risitas, jipidos,
pero esta vez no ha habido grandes carcajadas como en anteriores imputaciones.
Como si la sensación fuese la de ‘haberse colado esta vez’, como si con estas
imputaciones, a los supuestos beneficiados les pudiese salir el tiro por la
culata. Es una sensación que por primera vez se respira en la calle, y también
eso “Da que pensar”
Mientras, benditas sean las imputaciones, que sigan su curso
y que la instrucción y el tiempo acabe poniendo a cada cual en su lugar.
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