domingo, 25 de agosto de 2013

De Rosalía Mera a Sandra Ortega. Se puede ser rico, pero "rico bueno"


Por La Moenna

La inesperada y triste muerte de Rosalía Mera ha logrado hacer resaltar por encima de su figura el brillo de sus obras. Es de justicia reconocerlo, ahora como entonces, sin ahorrar en elogios para una persona que concibió el esfuerzo como vida, y esta como compromiso con la sociedad. Su desaparición nos ha dejado un asombroso legado, dando paso inesperado a quien ha sido llamada a ser su sucesora en el sentido más amplio, su hija Sandra Ortega, de quien se espera lo mismo aunque distinto, ya se entiende.
Pero más allá de todo reconocimiento y aplauso, la persona y la personalidad de Rosalía Mera nos ha descubierto una realidad que no por intuida deja de alertarnos sobre la sociedad que nos envuelve, una concepción atávica y sorprendente vista de soslayo en la multitud de crónicas, reseñas y obituarios que han inundado las páginas impresas durante estos días. Nada que ver con la fallecida, su pensamiento y su obra, no, sino con una interpretación que nos atreveríamos a calificar, cuanto menos, de cainista.
De Rosalía Mera se nos ha descubierto que se puede ser rico y bueno. ¿Cómo? Afirmando que se es de izquierdas en cualquiera de sus acepciones, de lo progresista a lo comprometido socialmente. Ser rico está al alcance de muchos, pero ser bueno es un titulo que otorgan los demás.
Especial interés tiene en este punto un artículo publicadorecientemente en las páginas de El País, edición de Galicia, una suerte de hagiografía cuyo principal titular rezaba, a modo de resumen de su contenido, que ‘Sandra Ortega es una multimillonaria que conduce un utilitario’, (para ir a comprar y trabajar, se aclara), como cualquiera de nosotros, en lo que se nos presenta como una muestra de austeridad, o solidaridad, aunque para ninguno de nosotros el conducirlo sea una opción, y no queremos pensar en el día en que se nos estropee y no podamos comprarnos otro al momento.
Pero a lo que vamos, el ‘rico bueno’ que vende la izquierda es así, no hace alarde. Porque ser rico se puede ser, por ejemplo basta con heredar, pero ser bueno no es tan sencillo, la bondad es concepto sin asas. Hay que manifestar un determinado comportamiento una vez superado ese primer estadio de tener para comer y, sobre todo, reflejar en público una cierta dosis de compromiso social. El ‘rico bueno’ critica las políticas de los ‘ricos malos’, la de esos, los otros, la de aquellos que por no haber llegado a su estado contable aún no son conscientes de sus responsabilidades sociales. Por eso al ‘rico bueno’ nadie le dice que se desprenda de su riqueza y la reparta entre los pobres. Si lo hiciera no podría cumplir con tales compromisos.
El ‘rico bueno’ es, además, persona de bien para la que su riqueza le ha supuesto un peso moral que debe contrarrestar con gestos tales como poner a su descendencia nombres muy gallegos, enxebres, porque lo contrario es involucionista. Es acertado que un rico actúe así, se nos dice, eso lo hace ‘bueno’.
Pero también un ‘rico bueno’ puede padecer de escrúpulos, pasarlo mal, pero todo tiene arreglo. Así nos lo cuenta (y resuelve)  literalmente el articulista:

¿Es compatible esa “normalidad” con ser consejera, de momento, de dos sicav (sociedades de inversión de capital variable), Soandre y Breixo, y ser accionista única de otra, Quembre? “En cuanto empezaron a criticar que las sicav solo tributaban el 1%, preguntaron si era cierto. Les contestaron que sí, como cualquier otro contribuyente que tenga un fondo de inversiones, que cotiza un 1%, pero pasa a tributar el porcentaje corriente si retira el capital. Eso las tranquilizó”.

Eso las tranquilizó. A nosotros también, afortunadamente.

La existencia para algunos de esta categoría de ‘ricos buenos’ es doblemente satisfactoria. Por un lado porque los reconcilia con la vida al saber que se puede ser rico y de izquierdas (nada nuevo en España, según las listas de personas más acaudaladas), y por otro porque de algún modo consuela a quienes hasta este momento han sentido aprensión por confesar su izquierdismo al tiempo que acumulan un considerable patrimonio.
La lamentable pérdida de Rosalía Mera y la eclosión social de su hija Sandra nos ha descubierto esta realidad, se puede (y se debe) ser rico, pero rico bueno. Rico de izquierdas. Eso sí mola.

Es difícil saber qué pensaría Rosalía, o que opina su hija, sobre estas hagiografías. Solo sabemos que su obra está ahí, y debemos aplaudirla. La mezquindad, en cambio, va por barrios. 


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