Por Picheleira
Cuando se ha conocido que el Alcalde del Amor no va a acudir
a los actos con los que la Ciudad
rinde homenaje a un tal san Roque, nos hemos
preguntado con no poca preocupación quién debe ser ese tal Roque que se ha
ganado el desdén y el rechazo de la municipalidad. ¿Un maltratador?, ¿Un
fascista, un sionista, un involucionista? ¿Un tipo de derechas, un franquista,
un castellanofalante? ¿Acaso un asesino, o era del Real Madrid, tal vez un psicópata,
un corrupto, un desahuciador? ¿Un aficionado a los toros? Creíamos que algo muy
gordo debía haber hecho ese tal Roque para que el Concello le menospreciase,
pensamos. Y nos pusimos a averiguar.
Y todo para conocer a través de algún libro de historia (con
la cautela de saber que por entonces ni se editaba Praza ni había nacido Suso
de Toro para explicarnos las cosas a las gentes) que ese tipo era uno de los
personajes más ricos de la época, época en la que eran ricos solo unos poquísimos
dentro de los unos pocos que puedan serlo hoy. Y resultó que al quedar huérfano
lo vendió todo y lo entregó a los más necesitados, marchando a combatir los
estragos que por entonces producía la peste por media Europa tratando de sanar
como podía, consolando al que iba a morir y enterrando a los que fallecían,
tarea que todos rechazaban y con razón, que el Roque acabó contrayendo la peste
aunque luego sanara. Y sin cobrar por ello porque entonces tampoco existían los
códigos éticos. Y todo para acabar muerto en una cárcel acusado de espionaje.
Pues ese es el tal Roque, el mismo al que por sus méritos
quiso desde hace siglos Santiago tener entre sus personajes más excelentes y por
ello recordarlo cada año. Sin necesidad
de milagros, apariciones ni bailes de ángeles, que eso queda para otra cosa y
demás folclores. Que los vecinos sí estarán, muchos o pocos nada importa, que
ya los estaban desde más siglos que llevan viviendo los que de un día para otro
han llegado para dar lecciones sobre el bien y el mal, sobre lo que es
conveniente creer y qué no.
Resulta extraño que a alguien con semejantes méritos se le dé
la espalda con tamaño desdén. Allá cada cual, suponemos. Aunque la mezquindad
se vista con camisa de cuadros, mezquindad se queda.
Picheleira. lampreasyboquerones@gmail.com
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