Siempre hemos defendido a los políticos que se hacen rastafaris,
del mismo modo que siempre hemos desconfiado de los rastafaris que deciden hacerse
políticos porque, o engañan a su bandera pilosa, o engañan a la política. Será,
como se dice, cosa de la nueva política, esa que evita cualquier evolución
natural para lograr que siga siendo siempre la misma. Porque si hay algo que
caracteriza a la actual política rupturista es que es capaz de romper con todo
excepto con su amor de adolescente hacia el puesto conseguido. Véase si no el
caso comentado en media España, el del concejal compostelano Manuel Dios, que
no es que le guste su puesto, es que se ha fundido con él formando un solo uno,
grande e indisoluble, una especie de monstruo grotesco del que solo sale para
echar fuego por la boquita cada vez que le piden que se vaya a casa, a
cualquiera de las muchas que tiene declaradas.
Lo cierto es que aquí nunca hemos sido partidarios de andar
pidiendo dimisiones con la alegría de quien pide grupo parlamentario, aquí no
queremos que los políticos dimitan por la sencilla razón de que mientras están
en sus puestos al menos no se dedican a otras cosas, y eso es algo que a la
ciudadanía provoca grandísimo consuelo.
No, no queremos que Manuel Dios dimita, está para lo que está, lo
escogieron por lo que escogieron, y sentiríamos una gran lástima por él si a
estas alturas se viera obligado a hacer algo que….bueno, si se viera obligado a
hacer algo sencillamente. Y es que tras pasar
toda una vida dedicado a pasar toda una vida, sería un mal comienzo para
alguien que acostumbrado desde el verano pasado a sacarse a sí mismo en
procesión tener que decir hasta aquí habéis llegado. No queremos que dimita,
nos alegra cada mañana con sus homilías y ni siquiera los acontecimientos
insólitos y extraordinarios, las manos negras de tanto rascarse y el esfuerzo
diario en explicar lo inexplicable merecen mejor galardón, que para algo ya se
le conoce como ‘el excusado de Raxoi’ por sus siempre ocurrentes y chisposas
excusas para todo.
Así que andando los tiempos llegan las recolecciones y en el
debe de haber de las cuentas municipales se ha encontrado un hueco para el buen
hombre, que entre recortes ideológicos y fulminaciones políticas han sobrado
unos cuartos, y qué mejor destino para ese dinero que el bolsillo en pantalón
ajeno de Manuel Dios y su benemérita asociación. De esta forma evitamos que
cualquiera haga un mal uso del dinero público, que dijo el Alcalde que es
sagrado, y si se le entrega al concejal no habrá ningún tercero malvado que
quiera aprovecharse de él. Y dicho y hecho, que el Concello le da un pastizal a
la asociación que fundó tan espabilado concejal y en la que figura como parte
de su directiva, el Seminario Galego de Educación para a Paz (y tal). Ni al
Proyecto Hombre, ni al Banco de Alimentos ni al Futsal ni a la madre que los
parió, no: el dinero se lo entregamos a la asociación de nuestro concejal
porque el dinero no da la felicidad, y mucho menos el tener muchos inmuebles, salvo
a la mayoría social agredida reunida en torno a él.
Son los cambios que nos traen las nuevas políticas, llegadas
para que todo cambie, para que todo se mueva. Pues bien, a ver si el concejal
nos enseña de una puñetera vez que el movimiento se demuestra yéndose.
O como decía el 'maestro', nulla política sine ethica.
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