David Cal boga como un Ulises nuevo en canoa de apache de vuelta a Itaquiña, un molde en roble de Praxíteles al que se le fue la mano hasta darle vida, un golem del orgullo gallego. Cal sí hace camino al andar y al volver la vista atrás se ve la senda que otros vendrán a pisar, estelas en la mar abiertas en canal que alberga tanto galeón con el oro hundido, un batir de remo de Moisés separando las aguas . Limpio de doping de mojitos, le da a la pala mientras otros le dan al pico con la impronta de un tótem teutón, auténtico, a retrancas y barrancas, no le baila el agua a quienes solo le buscan para hacerse la foto finish con él, hasta regatearles la gloria que solo a él Tetis celosa le ha dejado en prenda.
Siempre habrá recompensa a quien se entrega al esfuerzo, la forja en la soledad callada que es la del metal cuando se forma en las entrañas de las tierras que bañan su océano de frío acero que se alimenta de marineros. Su recompensa es la nuestra, la admiración de los que plegamos velas, de los que viajamos en la sentina.
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