Hace unos días apedrearon una tienda de Antonio Pernas en Coruña. Hasta ahí todo normal si consideramos que la moda y el gusto pueden levantar pasiones difícilemte reprimibles. La cosa está en que, al parecer, el motivo de la lapidación fue el castigar ejemplarmente al tijeras por “inimigo do galego”. Del idioma, se supone. La noticia pudo leerse en un diario nacional pues en las ediciones digitales de la ciudad de María Pita o no se recogía o había que buscarla hasta el aburrimiento, y eso queda para otros.
Sea como fuere ya sabemos quiénes son los que están libres de pecado, los tales honderos, evangélicamente falando, claro. Y será por falta de puntería porque las piedras en realidad iban dirigidas contra el propio tejado de tan formidables justicieros de la lengua, invitando al apedreado a hacer las maletas y buscar otras tierras menos bellas pero más civilizadas, dejando así un nuevo hueco en el comercio y la riqueza de todos los gallegos, el precio que hay que pagar por ser coherente con la incoherencia.
Ya dijo alguien que los animales que emplean la lengua para advertir enemigos son las serpientes.
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