ETA acaba de cumplir su peonada en ese subsidio de sangre que nos hace a todos un poco más mezquinos. No podremos saber si alguno de esos asesinos hubiera podido ser detenido durante el tiempo que duró aquella tregua, pero la simple duda se hace del todo insoportable. Y mientras en Compostela todo está preparado para la gran fiesta en honor de otros terroristas, una piara de patriotas gallegos, a esos otros vascos se les busca para que tengan un juicio justo y caiga sobre ellos el peso de la ley, es decir, apenas un chichón.
Basta hacer algo de memoria para recordar que hace décadas los terroristas etarras celebraban este tipo de fiestas en locales que también recibían dinero público, como en Santiago, ante la desidia de las autoridades, como en Santiago, y la indiferencia de los ciudadanos, como en Santiago, porque no va con ellos, no es su, nuestra guerra. Estos patriotas se arrogan el galleguismo a feira y sirven de banderín de enganche para una colectividad juvenil cuyos votos, cuando llega el caso, van a parar a la saca de cierto partido nacionalista gallego, el mismo que mira con ojos de padre bondadoso las tropelías de esos fillos descarriados que al acabar el fiestorro le presentan en ofrenda ese buen puñado de nuevos adictos, nuevos votos, con los que comprar en el mercadillo electoral unos cuantos escaños de segunda mano. Porque, ¿no es acaso el Bloque quien se beneficia de ese colectivo reaccionario, a veces violento, como vivero electoral? ¿No añade gasolina a su orujo, subvenciones a actividades variopintas bajo la promesa de un mayor autogobierno gallego en el que haya cargos futuros para todos? ¿Se ha desmarcado alguna vez el Bloque de esas actividades rayanas la legalidad? No demasiado, la verdad. ¿Está alimentando en su inconsciencia una bestia que, como ha ocurrido en el País Vasco, se le escape de las manos al nacionalismo?
Y de todo esto habrá que seguir hablando más adelante…
Basta hacer algo de memoria para recordar que hace décadas los terroristas etarras celebraban este tipo de fiestas en locales que también recibían dinero público, como en Santiago, ante la desidia de las autoridades, como en Santiago, y la indiferencia de los ciudadanos, como en Santiago, porque no va con ellos, no es su, nuestra guerra. Estos patriotas se arrogan el galleguismo a feira y sirven de banderín de enganche para una colectividad juvenil cuyos votos, cuando llega el caso, van a parar a la saca de cierto partido nacionalista gallego, el mismo que mira con ojos de padre bondadoso las tropelías de esos fillos descarriados que al acabar el fiestorro le presentan en ofrenda ese buen puñado de nuevos adictos, nuevos votos, con los que comprar en el mercadillo electoral unos cuantos escaños de segunda mano. Porque, ¿no es acaso el Bloque quien se beneficia de ese colectivo reaccionario, a veces violento, como vivero electoral? ¿No añade gasolina a su orujo, subvenciones a actividades variopintas bajo la promesa de un mayor autogobierno gallego en el que haya cargos futuros para todos? ¿Se ha desmarcado alguna vez el Bloque de esas actividades rayanas la legalidad? No demasiado, la verdad. ¿Está alimentando en su inconsciencia una bestia que, como ha ocurrido en el País Vasco, se le escape de las manos al nacionalismo?
Y de todo esto habrá que seguir hablando más adelante…
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