Paula Prado es para muchos su fondo de armario político, acogedores guantes cálidos que lo mismo sirven para abrigar que para un reto o un descosido, concejala a feira guarda la expresión de mal trago en el cielo estrellado de la boca donde se cuece, quién lo sintiera, la última palabra por dar, guarecida en ojos que son almena que todo lo guardan, ciudadela de terciopelo en que todo cabe menos el vacío, destella en el rostro reflejos de querer parecer la cara oculta de un anillo de Saturno, un círculo cuadrado como cuentas de las viejas, elegante como una puesta de largo de sol, clara y cristalina en quien apenas unos labios de suave camelia esbozan una sonrisa de tacones de aguja de hilar muy fino trajes nuevos para emperadores de siempre, apostada entre sombra de árboles y de ojos es la última gota después de cualquier tormenta, mirada bruñida de paciencia medio llena o medio vacía e ideas amoladas en la piedra de nuestras rúas, cabello que es pólvora, Minerva de yelmo y lino y dedos que son gubia para desbastar la cosa pública.
Quedará al fin con esta Paula el gesto como marca de carmín al filo de la imposible copa de los brindis a la luna, por digerir aún la cena sobre el mantel de una blusa.
Quedará al fin con esta Paula el gesto como marca de carmín al filo de la imposible copa de los brindis a la luna, por digerir aún la cena sobre el mantel de una blusa.
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